Título original: The Agony and the Ecstasy
En el presente 2025 se cumplen los 550 años del nacimiento de Miguel Ángel Buonarroti (Michelangelo), apodado “Il divino” (“El divino”), por considerárselo con toda justicia el más grande de los artistas cristianos de todas las épocas (sobre todo en escultura y pintura, aunque no hay que descartar la arquitectura). Por ello nos pareció interesante averiguar cuántas veces fue llevado a la pantalla su singular figura y genio.
El número es francamente decepcionante: solo dos veces. En efecto, en la historia del cine apenas podemos encontrar dos películas sobre el genio de Florencia: “La agonía y el éxtasis” (The Agony and the Ecstasy, de 1965) y “El pecado. La furia de Miguel Ángel” (Il peccato. Il furore di Michelangelo, de 2019). Vamos a dedicarnos en este artículo a la primera de ellas, la más interesante de las dos a mi criterio.
“La agonía y el éxtasis” se basa en una célebre historia novelada de Miguel Ángel, de mismo título, escrita por Irving Stone en 1961. Sin embargo, el film no reproduce todo el libro, sino tan solo en el capítulo séptimo de los once que componen la obra. Dicho capítulo se titula “El Papa”, y fue el elegido de entre los restantes porque la película busca retratar la tormentosa relación entre el artista y el Papa Julio II (de nombre secular Giuliano della Rovere). El Papa fue interpretado por Rex Harrison (un actor nacido para representar cualquier papel que le pusieran delante). Y Miguel Ángel Buonarroti estuvo a cargo de un inesperado intérprete: Charlton Heston. Y decimos inesperado porque Heston era, por entonces, el rey de films épicos históricos, protagonizados por hombres fuertes e imponentes (como ser Moisés en “Los Diez Mandamientos”, de 1956; Judá Ben Hur en “Ben Hur”, de 1959; Ruy Díaz de Vivar en “El Cid”, de 1961; y un largo etc.). Y lo bien que le salió su Miguel Ángel de carácter indómito, terco, irascible y, sobre todo, artista genial. Incluso se puso a sí mismo una varilla en su nariz para que se asemejara al rostro del artista. Literalmente les tapó la boca a varios críticos que lo trataban siempre de estrella de cine con rostro pétreo, sin gracia, incapacitado para representar al genio de Florencia, cuya conflictiva personalidad exigía muchos recursos interpretativos.
El duelo actoral entre Heston y Harrison, o sea entre el artista y el Papa, es antológico. De hecho, se llevaban bastante a las patadas en la vida real, y sin duda eso favoreció al desarrollo de sus personajes, como cuando el Papa -que era de naturaleza muy belicosa- lo agarró a bastonazos a Miguel Ángel, quien con su carácter complicado le había faltado el respeto. Sin embargo, no faltan los momentos cálidos entre ambos, como los de un padre severo pero afectuoso cuando habla con un hijo contestatario. Esto se da sobre todo cuando Miguel Ángel lo ve a Julio subido de noche a los andamios, solo y con una vela, observando en la cúpula de la Capilla Sixtina el rostro de Dios al momento de crear a Adán, y acercándose se entabla entre ellos un diálogo conmovedor (muy superior al original de la novela). Algo semejante ocurre con la escena que cierra el film.
La película comienza extrañamente, con un breve y bonito documental acerca de las obras artísticas de Miguel Ángel, y luego pasa al primer acto, donde se muestra la difícil extracción del mármol en las montañas, y de ahí sin escala al Papa Julio II en medio de una de sus varias campañas militares (eran tiempos difíciles para los Estados Pontificios, y el Papa no le hacía ascos a empuñar las armas para salvaguardar los territorios bajo su dominio).
Ya, a partir del segundo acto, la película se centra entre los años 1508 y 1512, cuando Julio II convoca a Miguel Ángel para encargarle un nuevo trabajo, y que suspendiera lo que le había encargado anteriormente, esto es, el diseño de la que sería su tumba (algo que el Papa quería monumental, y que por cuestiones de la vida del artista que no detallaremos acá, quedó poco de lo originalmente planeado, pero eso poco que quedó es nada menos que la imponente escultura de Moisés con las Tablas de la Ley). Cuestión que terminó contratándolo para que pinte los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina, a pesar que Michelangelo aduce que él es escultor, no pintor (si bien sabía bastante del tema, pues de jovencito fue aprendiz del gran Domenico Ghirlandaio). La imperativa posición del Papa doblega a Michelangelo, y allí va el pobre artista con su nueva tarea, que bastante difícil se le presentaba: pintar nada menos que una bóveda alargada y curva, reforzada por arcos que la atraviesan de lado a lado. La cara de Heston–Buonarroti mirando hacia arriba casi espantado por lo que se le había encomendado, mientras el Papa se retiraba con todo su séquito tras hacerle el encargo, es elocuente.
Aquí debemos mencionar que la película, además de esmerarse en mostrar las personalidades y los cruces entre Buonarroti y el Papa Della Rovere, se luce mostrando las técnicas que debió aplicar Miguel Ángel para una tarea tan difícil. Al respecto reproducimos esta precisa descripción a cargo de Débora Madrid Brito, que es historiadora del Arte: “Los espectadores pueden observar el estado previo de la Capilla, cubierta por una bóveda completamente pintada de azul y plagada de estrellas doradas. Luego, en muchos planos se pueden ver los innumerables bocetos que el artista realizó para el techo, así como la preparación del muro para la pintura al fresco, con las distintas capas de cal, agua y polvo de mármol. Por otro lado, se explica de forma visual y muy eficazmente la técnica del estarcido, mediante la cual se trasladaba el dibujo del papel a la pared mediante unas perforaciones en el contorno de las figuras sobre las que se aplica carboncillo o pigmento en polvo, dejando la imagen dibujada sobre el muro preparado. Finalmente, se hace hincapié en las dificultades de pintar un espacio tan amplio y a tanta altura. La complejidad de los andamiajes de madera que fue necesario instalar, así como la incomodidad de Buonarroti a la hora de pintar (recostado sobre tablas a pocos centímetros del techo) son también protagonistas a lo largo del filme. En diversas ocasiones vemos, de hecho, cómo la pintura cae sobre el rostro de Miguel Ángel, provocándole problemas de visión”.
Secundariamente la película muestra la rivalidad entre Miguel Ángel y los grandes artistas Bramante y Rafael Di Sanzio, y la dudosa relación sentimental -históricamente hablando- entre el artista y Contessina Medici, hija de Lorenzo de Medici (“Il Magnífico”), primer gran mecenas de Michelangelo. Aunque aquí encontramos una gran disonancia entre la Contessina de la novela (una joven frágil, delicada y adorable) y la de la película (una mujer de carácter, bastante canchera y algo sobreactuada). También puede verse la relación entre Miguel Ángel y el hermano de Contessina, el cardenal Giovanni di Lorenzo de’ Medici (quien luego sería el Papa León X), pero es algo completamente de relleno, que aporta poco y nada.
El director Carol Reed, británico a quien en algún momento se lo equiparó con Alfred Hitchcock por algunas películas de suspenso que dirigió, puso su buen oficio para filmar, sobre todo en lo relativo a la conducción de los actores principales, dos grandes celebridades del cine internacional en aquel momento, donde cada uno contaba ya con su premio Oscar a mejor actor (Heston por la grandiosa “Ben Hur”, Harrison por la deliciosa “My fair lady – Mi bella dama”, de 1964).
Si bien menor en espectacularidad comparada con otras grandes superproducciones de por entonces, en el plano técnico la película es suficientemente rendidora (de hecho fue nominada a 5 premios Oscar, todos en rubros técnicos, aunque no ganó ninguno): la recreación de la época y el vestuario (la escena de la taberna es una muestra perfecta); los decorados (en especial la reproducción impecable de la Capilla Sixtina antes del trabajo de Michelangelo, porque obviamente no se podía filmar en la verdadera); las acabadas escenas de la extracción de los mármoles al modo siglo XVI (Heston aquí no se guarda nada, trabajando él mismo -como la hacía Buonarroti- sobre las pesadas moles blancas); la breve pero cumplidora banda de sonido (con reminiscencias de música litúrgica, a cargo de Alex North, experto compositor para películas); una fotografía generalmente colorida y luminosa, pero también sombría, como en los momentos de Miguel Ángel pintando solitario en las alturas. Es para destacar el momento de “revelación creativa” entre las nubes, cuando Miguel Ángel en lo alto de un monte “ve” la escena de la creación de Adán que luego llevaría a la cúpula de la Sixtina, un logrado y poético uso de los recursos cinematográficos con que se contaba en aquellos tiempos.
Y no falta en la película una frase -como pasa no muchas veces con algunas obras cinematográficas-, que quedó instalada en la memoria colectiva cinéfila, y en quienes no sean amantes del cine también. Así Miguel Ángel, que se tomaba su tiempo para poder plasmar perfectamente lo que él quería hacer con su obra, exasperaba al Papa, quien le preguntaba una y otra vez, mirándolo con el ceño fruncido desde debajo de los andamios:
– ¿Cuándo terminarás?
A lo que Miguel Ángel respondía cortante:
– ¡Cuando termine!
Suplemento: obviamente debemos sugerir la otra película mencionada, aunque ésta pone el énfasis más en la supuesta personalidad de Miguel Ángel y poco en su faz creativa y genial. Por supuesto no podemos dejar de recomendar la lectura de la apasionante novela original (que tiene, cómo no, algunas cositas opinables), y como complemento indispensable de ella la impresionante obra de Giovanni Papini titulada “Miguel Ángel, en la vida de su tiempo” (1949), una biografía completa y profunda, con la cual el gran escritor -tan florentino y artista como su biografiado- aprovecha para estudiar al hombre gigante y conflictivo que fue “Il divino”. Asimismo, de entre los muchos documentales que podemos encontrar sobre Miguel Ángel, a nuestro entender resaltan dos: el de Mons. Robert Barron (de la colección “Catolicismo: Las figuras esenciales”) titulado: “Michelangelo” (2014), y el docudrama “Michelangelo infinito” (2017). El primero de ellos es un excepcional recurso para la vía pulchritudinis en el marco de la Nueva Evangelización; el segundo es un recorrido inicial para conocer a Miguel Ángel, su obra y vida (pues no profundiza demasiado, sin embargo resulta llevadera la mezcla de actuación y exposición, o sea, película y documental a la vez).