En una primera mirada la visión, más obvia, es la presencia de la Virgen María y el Niño Dios cuidando y protegiendo toda la obra del Fasta: sus colegios, los fogones, sus campamento, etc.
Con su manto cubre toda la obra.
Su estructura piramidal transmite esa sensación de solidez y elevación. Es la típica estructura de pirámide de las obras clásicas representando la presencia de Dios.
Pero intentemos ver con ojos de pintor: cuando uno tiene la tela en blanco es libre de decir las cosas como uno quiere o como uno las siente, o como las piensa y muchas veces no es caprichoso como salen.
Nobleza obliga, la Virgen y el Niño están basados en un cuadro de Murillo, donde muestra a una Virgen muy humana, muy mortal, no como diosa inalcanzable como otras imágenes, sino mujer, pero en sus rasgos se refleja tal luz de santa hermosura, la belleza de alma dulce, el amor insondable de la Madre de Dios y Madre nuestra.
El Niño está desnudo, cubierto solo con un pequeño manto blanco haciendo una referencia a su sacrificio en la Cruz.
La Madre tiene un vestido rojo que alude a la sangre de Cristo (acompaña al sacrificio en la cruz) y a su vez quiere decir que es “Madre de la Iglesia”, su manto azul del color del cielo es símbolo de nobleza como Reina del cielo y Reina del Universo. Pero en esta imagen no lo tiene sobre sus hombros haciendo uso de esa realeza, sino que lo baja sobre sus piernas y pone a Jesús sobre él, realzando la realeza del Niño.
La Virgen está sentada, rodeando con sus brazos al Niño Jesús, que ya no es un bebe, tiene la cabeza erguida a la misma altura de la de la Virgen.
El Niño y la Madre están a la misma altura con la intención de recordar que la Madre fue corredentora junto con el Hijo.
En esa pose, mejilla con mejilla, las figuras muestran el gesto más tierno y amoroso, el amor que se tienen, amor espiritual y amor humano.
Miran juntos al observador, con expresión solemne de devoción, pero al mismo tiempo de amor a nosotros los espectadores.
Todas estas obras tienen el propósito de servirnos como apoyo visual para la oración y la contemplación. Por eso, no es casual que el Rosario esté exactamente en el centro de la imagen, las dos figuras María y Jesús lo sostienen, pero ellos no lo están rezando, te lo están ofreciendo.
En todo este tipo obras hay un lenguaje muy común, que es que los fondos oscuros hablan de la oscuridad en que vive el mundo en oposición, a la Luz que Dios nos trae, en este caso María y Jesús con una luz muy cálida.
Pero en esta obra está más marcada ya que sobre María se posa la Estrella de la Mañana recordando la imagen proverbial: En medio de la noche o cuando se cierne sobre nosotros el peligro de una tormenta perfecta, el creyente eleva sus ojos y su corazón errante a María, como una estrella que brilla en el cielo, para que con su luz nos oriente y nos guíe hasta la orilla firme del alba, hasta la tierra segura de la Patria.
No es casual que el fuego del Fasta, el Rosario y esa Estrella estén en una misma línea vertical en el centro de la obra, como marcando un camino seguro.
Seguramente, (uno supone cosas), el Padre Fosbery sintió en algún momento, esa llama en su corazón para realizar toda la obra, y a través del Rosario que lo acompaña toda su vida, pone su mirada en María, que es la Estrella que siempre lo guía.
Si hablo exclusivamente desde lo técnico, es un óleo sobre bastidor entelado aplicado con espátula. A pesar de que la imagen está basada en una obra de Murillo del siglo XVII (como ya lo dijimos), la forma de trabajar el óleo es básicamente impresionista, es decir con trazos cortos y superponiendo colores complementarios. O sea que debajo de cada azul hay un naranja, detrás de cada rosa hay un verde pálido, detrás de cada amarillo hay un violeta. Esto no solo causa un efecto vibrante y vivo en los colores, sino que además da una sensación de algo completo, de algo que colma, que llena.
El surgimiento de la obra
La idea de pintar este cuadro comenzó cuando el Padre Miguel nos comentó que le gustaría que el colegio Fasta Miguel Ángel Tobares de San Martín de los Andes tuviese más imágenes religiosas que ayudaran a la contemplación del Misterio.
Como yo soy pintor y tengo mi hijo que es alumno de primaria, sentí que esa misión era para mí, es por eso que le ofrecí pintar una obra de gran tamaño que representara el carisma y espiritualidad de la Ciudad Miliciana.
El Padre Miguel redactó un escrito sobre la Virgen del Rosario protectora de la Ciudad Miliciana, y con ese material me puse a trabajar.
El cuadro lo quería tener listo para el 6 de diciembre del 2021 ya que el Padre Fosbery cumplía ese día los 60 años de su ordenación sacerdotal.
Una vez terminada la obra, con mi esposa Paula invitamos al Padre a almorzar en casa con la excusa de festejar el aniversario de su ordenación, y allí se lo entregamos. Fue un momento de mucha emoción y ahí él nos dijo “esta hermosa, ojala así como es de bella esta imagen, así la puedan llevar también en su corazón”.