Estamos ante una de las obras predilectas de Fr. Dr. Aníbal Fosbery O.P., no en razón de la calidad de su contenido, que lo tiene y mucho, sino más bien por el deseo profundo que tenía el padre Fosbery de ofrecérselo a la Santísima Virgen, en acción de gracias por tantos dones que obtuvo de su poderosa intercesión, sentada junto a su divino Hijo, cada uno en su celestial trono.
Luego del prólogo del actual presidente de Fasta, Pbro. César Garcés Rojas, escrito con marcado sentido filial, la obra despliega, en su primera parte, una serie de ensayos históricos−doctrinales que abarcan diversos temas, como ser: la Virgen en el mundo y en Hispanoamérica; la mariología en la patrística; la mariología en santo Tomás de Aquino; María y José; los dogmas marianos; María en el sentir y pensar de los Pontífices; etc.
En la segunda parte se pueden encontrar numerosas predicaciones que el Padre Fosbery dedicó a la Madre del Verbo Encarnado a lo largo de su extensa vida sacerdotal, agrupadas en dos aspectos típicamente mariológicos, que están a su vez hondamente entrelazados: las festividades de la Santísima Virgen y las advocaciones marianas.
Más allá de la descripción del orden interno antes mencionado, podemos decir con razonable certeza que los ejes centrales de la obra son: la fe mariana de la Iglesia, las diversas advocaciones marianas, la presencia ininterrumpida de María en la evangelización de América, la centralidad del Rosario como plegaria perfecta elevada a la Virgen, y el profundo tono cristológico de la obra, puesto que, como muy bien enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “Lo que la fe católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo” (CATIC 487).
Cuenta también resaltar, en este precioso libro del P. Fosbery, la presencia de una gran abundancia de imágenes artísticas que representan a la Madre del Salvador; la esmerada y destacada calidad tipográfica (difícil de encontrar hoy en las ediciones de libros “físicos”); y una auténtica facilidad de lectura y asimilación, que nos anima a decir que deja encendido un deseo “por saber más”.
Selección de párrafos de la obra:
“María es imagen de lo que el poder de Dios puede hacer con nosotros. Si bien Ella es predestinada a ser la Madre de Dios y esa misión le da el privilegio que la eleva sobre todas las otras criaturas, sin embargo, no deja de ser una criatura. Por eso, el fijar nuestro espíritu en la Virgen, nos tiene que estimular para nuestra vocación, y nuestra vida cristiana. Lo que el poder de Dios ha hecho en la Virgen, también puede hacerlo con nosotros. La gracia de Dios, que el Señor derramó en abundancia sobre la Virgen, es la misma gracia que el Señor derrama sobre nosotros. La gracia que santificó a María, que la predestinó a ser la Madre de Dios y que la liberó de todos los pecados, incluido el original, la hizo Inmaculada, es una gracia que actuó previendo los méritos de Cristo, y esos méritos que provienen de la muerte y Resurrección de su divino Hijo, son los que nos permiten recibir a nosotros la gracia. De modo que la Virgen es modelo de nuestra santificación, la Virgen es también camino de nuestra santificación. Porque ha hecho en Ella obras grandes aquel que es poderoso. Pero esas obras grandes, también el Señor las quiere hacer con nosotros” (pág. 115).
“La conciencia cristiana a partir del misterio de la encarnación del Verbo de Dios, ha alabado a María como la Madre del Verbo Encarnado. Y son muchas las advocaciones, las plegarias, las devociones con que los fieles siempre han asociado a María en su oración. La festividad de la Virgen del Rosario tiene una significación especial en la Iglesia, es una devoción que la Virgen le entregó a nuestro Padre Santo Domingo. Esta plegaria tiene el tono profundo de una alabanza teológica. El Rosario es la plegaria que nos sitúa en las fases más misteriosas de la vida del Salvador, y nos hace tomar conciencia que, en todas las fases de la vida de Jesús, el Verbo Encarnado que viene a liberarnos y a redimirnos, en todas las fases de la vida está presente la Virgen. Es imposible separar y disociar a Jesús de la Virgen, porque sería como quebrar el misterio. Y esto es un misterio. Y digo que es una plegaria teologal, expresada del modo más sencillo con que el pueblo cristiano puede elevar su plegaria a Dios. Pero a partir de allí, también esta plegaria del Rosario se abre a toda la dimensión teológica y doctrinal del misterio de la encarnación, porque en cada misterio del Rosario repasamos una fase especial de este acontecimiento inusitado, que el Evangelio nos señala diciendo: que el Verbo se hizo carne, y puso su morada entre nosotros” (pág. 255).
“Es bueno hacer una lectura histórica de los acontecimientos, para percibir cómo ha ido pasando la providencia de Dios, y como la fundación de Fasta está ligada indefectiblemente a la presencia de la Virgen del Rosario (…) La Virgen es fundadora de Fasta, porque está en el origen mismo de la obra. Y claro, con la Virgen se va revelando todo el misterio de lo que Dios ha querido y quiere de Fasta (…) La espiritualidad Dominicana va desde la teología de Santo Tomás, hasta la expresión más sencilla, pero más empírica del misterio, que es el Rosario. En el equilibrio de estas dos dimensiones se proyecta la espiritualidad de Nuestro Padre Santo Domingo. El dominico es un teólogo que reza el rosario. (…) Pienso que si la Virgen del Rosario estuvo y está en los comienzos de la obra de Fasta, es porque también frente a la gran respuesta que Fasta tiene que dar para evangelizar la cultura en una sociedad laica, rescatando los grandes valores de la teología y de la metafísica de Santo Tomás (…) la Ciudad Miliciana se abre para que (…) desde esta dimensión teológica, el misterio se vaya simplificando en la interioridad del corazón, y vaya siendo finalmente contemplación y plegaria en la sencilla expresión del Rosario” (págs. 279-283)