A veces nos cuesta diferenciarlo y tampoco estamos demasiado seguros de que haya que diferenciarlo.
Si consultamos la bibliografía, los artículos, los podcast y hasta la inteligencia artificial, hoy tan de moda, parece ser que la diferencia entre uno y otro concepto radica en la interacción.
La información es lineal y en un solo sentido (del emisor al receptor) y, en cambio la comunicación es bidireccional, con un intercambio entre los actores.
Sólo eso.
Entonces nos preguntamos ¿puede haber información sin comunicación? ¿Puede haber comunicación sin información? ¿En qué consiste el intercambio entre emisor y receptor?
No vamos a dar una respuesta “académica” a estos interrogantes, no es el propósito y tampoco contamos con el bagaje suficiente para encarar tamaña osadía, pero haremos algunas reflexiones desde la observación y el sentido común.
Definamos
Empecemos definiendo los conceptos.
Podríamos estar de acuerdo en que Informar se refiere a la acción de proporcionar datos, hechos o conocimientos a alguien. Transmitir información objetiva y verificable para que el receptor pueda adquirir conocimiento o comprender algo específico.
La información, para ser tal, debería presentarse de manera clara, precisa y veraz, sin añadir opiniones o interpretaciones subjetivas y, eso sí, contextualizada.
Ya habíamos dicho que es lineal y unidireccional, o sea, un emisor que informa y un receptor que es informado. Y listo.
Un párrafo aparte merece la condición de “veraz”. La veracidad de la información es requisito. El que miente no informa, desinforma. Y en esto también hay que considerar a las “medias verdades”, que son un modo sutil de introducir la mentira.
En este último tiempo han sido muy famosas las “Fake news” y hemos sido testigos de todo el daño que hacen, no solo a los protagonistas directamente involucrados, sino también a la credibilidad de los medios y sus actores, aportando, además, a una confusión generalizada a la hora de juzgar situaciones.
Comunicar es una cosa más complicada de definir.
El proceso de comunicación lleva consigo otras realidades y otras interacciones que lo hacen más complejo y, por lo mismo, mucho más interesante y atrapante.
Si le preguntamos a la etimología el origen de su significado, palabras más, palabras menos, nos responderá que comunicar es “hacer común” o, lo que me parece más preciso “hacer en común”. Es decir, cuando comunicamos “ponemos en común” algo que poseemos (información, cosmovisión, etc.) o, en la segunda acepción, cuando comunicamos entregamos algo y esa entrega, es de suyo, transformadora para todos los actores según sus roles.
Ahora bien, esto que entregamos, perfectamente lo podríamos catalogar como “información”, porque son, de alguna manera, datos que compartimos.
Podríamos así decir que la información es un elemento de la comunicación que se vehiculiza mediante un lenguaje o código, un canal, un emisor y un receptor, que a su vez emite consciente o inconscientemente una respuesta que se ve afectada por un contexto, por un “ruido” ambiente.
Si esto es así, podríamos decir que en toda comunicación hay información, porque eso que comunicamos es información (llámense números, estados de ánimo o lo que sea que comunicamos, siempre lo podríamos catalogar como algún tipo de información).
¿Y cuando informamos, no comunicamos?
Me atrevería a decir que sí, pero esperemos un poquito para confirmar esta afirmación.
Todo comunica
Decíamos que la nota distintiva de la comunicación (frente a la información) es la interacción o retroalimentación. La bidireccionalidad del proceso.
Cuando nos imaginamos esto, rápidamente pensamos en una persona emitiendo un mensaje y otra recibiéndolo y con cierta inmediatez, respondiendo con dirección al emisor y generando algún tipo de diálogo.
Esa devolución la conocemos como “feedback” y es el gran componente que hace que el proceso informativo se transforme en comunicativo.
¿Será así?
Porque el feedback presupone que el emisor se transforme en receptor en esta segunda instancia, pero hay procesos comunicativos que se extienden de tal manera en el tiempo que esto es imposible, porque el emisor no los sobrevive.
Pensemos en el arte.
¿Una obra de arte comunica o no comunica? Sin dudas, comunica. Y mucho.
Cuando usted se para frente a las Meninas de Velázquez, el pintor le está comunicando infinidad de realidades, estéticas, históricas, hasta algunas ocurrentes como la de ser parte del retrato, y usted devuelve e interactúa no como un receptor pasivo, sino haciendo algo en su interior que lo transforma. Contempla, se sorprende, se emociona, reflexiona. Cuando se aleje del cuadro ya no será el mismo y, las cosas que recibirá en esa experiencia lo habrán transformado indefectiblemente, para bien o para mal, pero indudablemente lo habrán transformado. Se dé cuenta o no.
Pero en ese proceso, que dejó de ser lineal cuando usted se conmovió frente a la obra, no hay ningún feedback con el autor. Ya está muerto, hace siglos.
Y eso que le ha pasado a usted, le ha pasado a infinidad de personas con similares o dispares resultados.
¿Hay proceso comunicativo o es solo información unidireccional? Hay proceso comunicativo, sin lugar a dudas.
Salgamos del arte, vamos a la filosofía, ¿no pasa algo similar?, o a los ensayos históricos o a las mismas ciencias duras.
La retroalimentación puede estar en otro orden y no sólo en el diálogo verbal entre los actores, creo que está más en la transformación que produce el hecho comunicativo en los protagonistas. El feedback está más interesado en la medición de los resultados del proceso comunicativo que en la esencia misma del proceso. Es útil, pero no indispensable.
Los gestos, la vestimenta, la higiene, los tonos de voz son todos hechos comunicativos, porque dicen de los actores y producen algo, no sólo dan información, de alguna manera la enriquecen, para cualificarla o descalificarla, no importa, pero la superan, son como el metamensaje que la información lleva consigo.
¿Son entonces sinónimos? No. La información, decíamos, es un componente necesario en la comunicación, pero esa información se transforma en comunicación cuando logra cumplir su propósito más calificado y toca a los protagonistas transformándolos en algo distinto a lo que eran antes.
Por eso podríamos decir que cuando informamos, comunicamos. Porque la información está siempre inmersa en un proceso comunicativo, lo que habrá que resolver es la riqueza del hecho comunicativo para ver cuánto le aporta a la mera información.
Por eso son importantes los detalles.
Cuando diseñamos y planificamos un hecho comunicativo, cada detalle será importante porque le aportará y, de alguna manera, determinará el resultado.
Vamos a nuestro campo de acción como Comunicadores de Fasta.
En cada hecho comunicativo estamos hablando de quiénes somos. No dará lo mismo cualquier imagen para acompañar una información, ni cualquier música, ni cualquier tipografía. Ni será lo mismo cualquier paleta de colores ni la oportunidad, ni el medio elegido para transmitirlo.
Cada uno de estos elementos tiene que estar evaluado en función de lo que vamos a comunicar, que no será solo la información (el campamento, la Misa, la juntada, el retiro, etc.), sino nuestro propio ser. Cada uno de estos mensajes deben llevar inmerso quienes somos, y si no nos lo proponemos, si no lo controlamos, lo llevarán lo mismo, pero distorsionando nuestra identidad y caricaturizando nuestro ser.
Conclusión
La información es un componente necesario en todo proceso comunicativo. No tiene sentido plantear una dicotomía. No hay competencia entre ambas y no podemos hablar de una olvidando a la otra.
Nuestro compromiso y responsabilidad estará en la riqueza que le demos a la comunicación para que la información que lleva inmersa transcienda el mero dato y se convierta en vehículo transformador.
Se trata de un modo de apostolado.
Debemos comunicar quiénes somos junto a cada información, debemos comunicar la Buena Nueva en cada oportunidad que tenemos de acercarnos a nuestras audiencias.
Por eso es tan importante la estética del mensaje, porque manifiesta la estética de nuestro Mensaje, por eso es tan importante el lenguaje que usemos, porque ese lenguaje es vehículo de la Palabra, por eso es tan importante identificar con claridad las audiencias, por eso es tan importante elegir bien los medios adecuados, la oportunidad precisa, los colores, la música, los símbolos, las texturas, lo virtual o lo concreto, todo eso habla, todo eso comunica, y no solo la actividad o la efemérides, comunica nuestro modo de ser Iglesia, nuestra cosmovisión, nuestra identidad, nuestros ideales.
No son sólo los flyers, o los sitios webs, o las redes sociales, también son nuestros salones, nuestros campamentos, nuestras Misas, nuestras reuniones amicales, nuestros edificios escolares. Todo comunica.
Tenemos que estar atentos, porque todos son hechos comunicacionales que deben guardar coherencia, que deben transformar a quienes se acercan, en lo más profundo, ayudando a construir una sólida interioridad.
Es el hermoso desafío que tenemos, no son sólo dibujitos…