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La IA está aquí ¿Y ahora qué?

¿Cómo pararse frente al desarrollo y la aplicación de la inteligencia artificial en ámbitos que nos interpelan cotidianamente?

Inauguramos con esta primera reflexión Comulabs, un espacio para debatir ideas y tendencias; compartir buenas prácticas y recursos; actualizar miradas teóricas y, sobretodo, compartir la misión de ser comunicadores de la Ciudad.

Como pasa con casi cualquier tema de actualidad, no se puede hablar seriamente de inteligencia artificial a partir de titulares amarillistas o videos de Tiktok. Los creadores de contenido, que pululan de a millones en las más diversas  plataformas , saben identificar con astucia los temas que se instalan en la agenda (ellos mismos los instalan) y se aprovechan vendiendo advertencias apocalípticas o promesas de negocio. 

Este fenómeno es inevitable en los tiempos que vivimos, pero, entre medio de la cizaña, se pueden encontrar divulgadores que con suficiente seriedad asumen la tarea de investigar y difundir los vertiginosos avances tecnológicos con rigurosidad científica (uno muy bueno es dotCSV, por ejemplo.) 

La otra fuente de información son los papers que las compañías que lideran el tema de la Inteligencia Artificial (OpenAI, Google, Stability, etc.) publican con bastante regularidad. Este es un camino sinuoso que requiere conocimiento técnico previo y mucho seguimiento, porque cambia semana a semana. Además, como ellos mismos señalan, brindan a veces más preguntas que respuestas acerca de cómo emergen capacidades “no planificadas” en los modelos que entrenan con toneladas de datos y parámetros. 

Entonces, ¿cómo pararse frente al desarrollo y la aplicación de la inteligencia artificial en ámbitos que nos interpelan cotidianamente?

El primer paso es reconocer que como fenómeno es todavía muy reciente. Si bien hace años que se viene hablando de aprendizaje profundo, redes neuronales y modelos de lenguaje aplicados a la generación de texto o imágenes, todo explotó en noviembre del año pasado con el lanzamiento de ChatGPT. Un dato nada despreciable: se convirtió en la “plataforma” con mayor adopción (varios millones en tan sólo semanas) ganándole a redes sociales como facebook o instagram. A esto debe sumarse que en el hemisferio sur coincidió con los recesos estivales y la finalización de los años académicos, lo que multiplicó la incertidumbre de cómo “volver al aula” con una herramienta que puede escribir un informe emulando a un alumno de secundaria. 

En el mundo de la generación de imágenes, Dall-e 2, Midjourney y el modelo open source de Stability.ai, colmaron los canales de reddit y discord, haciendo crecer la comunidad de desarrolladores de manera exponencial. 

Esta explosión instaló el tema en la esfera pública generando posturas extremas: desde el recuerdo de Skynet y la rebelión de las máquinas de Terminator -los apocalípticos- hasta posturas absolutamente pragmáticas que juzgan a la IA como una tecnología más que llegó para quedarse -los integrados-.

Sería naif pensar que el despliegue de una nueva tecnología no tiene consecuencias éticas, como ha pasado ya con un sinfín de avances: desde el automóvil hasta la energía atómica, pasando por internet y el teléfono móvil. También es cierto que estos avances han hecho más fácil la vida del hombre y que la inteligencia artificial promete, como lo hizo la robotización, avanzar sobre las tareas que nadie quiere realizar: cabinas de peaje, atención al cliente, tareas de clasificación, etc. 

Sobre este último punto, quizás lo más sensato sea analizar los posibles peligros del desarrollo de la IA, en vistas al futuro, por etapas. En esta primera, casi con seguridad, se pondrá en jaque el mundo del trabajo. 

Por esta razón, presentaremos en el #CoFa23 un enfoque que nos permita salir por ahora de la disyuntiva, reconociendo los límites éticos propios de nuestra cosmovisión cristiana, pero sin escaparle a las nuevas herramientas que pueden mejorar nuestro desempeño como comunicadores. Para ello es necesario diferenciar el trabajo de la tarea.

El trabajo, entendido como el obrar del hombre en la realidad, la naturaleza, el arte, la cultura siempre tendrá como protagonista al singular espíritu creativo humano. La tarea opera en orden de los medios, de las herramientas para llevar con éxito a su finalización un trabajo específico. 

En este sentido, un creador de contenido podrá valerse de ChatGPT para mejorar y optimizar la producción de textos; un artista gráfico de la generación de imágenes, en edición de video de soundtracks sin copyright generados con IA y la lista podría seguir interminablemente.

Permitámonos poner en debate qué pertenece auténticamente al ámbito de la creatividad humana y qué pertenece al mundo de las herramientas tecnológicas. 

Frente a la máquina, a la “amenaza” de la inteligencia artificial, lo más importante es salvar la inteligencia humana y la dignidad de la persona.

Javier Velez

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