*Testimonio del Lic. Carlos Rossini, Vicepresidente Emérito de Fasta.
En San Martín de los Andes y rodeada por las altas cumbres, que fueron protagonistas de ascensiones en las que el Padre transmitió la grandeza del Creador, se encuentra la cabaña donde pasó sus últimos días.
El Padre Fundador vivía allí desde el año 2019, luego de la intervención quirúrgica que se le practicó en la cabeza como consecuencia de un golpe. Después de esa operación, quedó con ciertas dificultades para trasladarse por lo cual, con la ayuda de la comunidad, se adaptó la vieja casa familiar y especialmente la leñera, donde se construyó su preciado e íntimo oratorio.
El último tiempo fue acompañado de forma permanente por sacerdotes de Fasta y por la comunidad de San Martín de los Andes, a quienes les celebraba la misa comunitaria de los sábados a la tarde.
Su rutina era sencilla, propia de un sacerdote amante de la Eucaristía y devoto de la Virgen A la mañana, luego del desayuno, tenía misa en su oratorio y pasaba largo tiempo frente al Santísimo meditando y adorando al Señor.
A pesar de las dificultades, nunca abandonó su pasión por la escritura, a la que le dedicaba algunas horas de su jornada. El último libro publicado fue su autobiografía “Vocación y Misterio”, que escribió durante los meses de enero y febrero del 2022. Por gracia de Dios, y siendo éste su último acto público transmitido en vivo a toda la Ciudad, él mismo lo presentó el sábado 23 de abril en el marco de la Semana Jubilar de abril, cuando el Directorio de Fasta se trasladó a la ciudad patagónica.
Las visitas al Padre Fundador en su casa eran muy recurrentes. Luego del mediodía recibía a miembros de la comunidad y gente que viajaba específicamente para verlo. Siempre se hacía tiempo para compartir con ellos un té entre recuerdos, anécdotas y anhelos. Sin perder nunca su misión apostólica también les encomendaba algunos nuevos desafíos. Luego de despedir a las visitas, se retiraba a su oratorio para encontrarse con el Señor y poner todo en sus manos.
El miércoles era un día muy esperado porque en su casa se preparaba “la noche de cine” a la cual eran invitados los matrimonios para compartir ese momento íntimo con el cura. Su gusto por las películas argentinas y del lejano oeste era más que popular.
El resto de las noches cenaba y escuchaba tango. Era un gran amante de ese género musical y conocía las letras, los cantantes, los autores… todo de memoria. Finalmente así terminaba su jornada.
Esta rutina se mantuvo hasta el lunes 26 de abril del 2022. Ese día, los médicos le detectaron una insuficiencia renal en el colon. Por ello, fue trasladado a Buenos Aires donde le practicaron una operación quirúrgica en el Hospital Pedro Fiorito de la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires.
Este tiempo fue asistido de forma permanente y acompañado hasta el final por Rodrigo Castañeda, quien fue su médico personal. Tanto es así que, él junto con el Dr. Víctor Galindez fueron los encargados de la operación.
De esos días de internación hay que rescatar con profundo agradecimiento el trato y el afecto que le brindó el personal del sanatorio (médicos, terapistas, enfermeros) que con cariño lo asistieron del mejor modo posible hasta el último minuto.
El tiempo que compartieron los acompañantes terapéuticos con el Padre Fosbery generó un vínculo muy cercano y afectuoso. Es para destacar, la conversión que ha tenido uno de ellos quien, habiendo conocido al Padre en la Fleni y a raíz de esta relación, le pidió que lo bautizara.
Así es que, dejándonos siempre una enseñanza y siendo fiel a su vocación sacerdotal, esta anécdota nos muestra cómo, hasta sus últimos días, el Padre Fosbery fue instrumento del Espíritu Santo para seguir construyendo la Ciudad de Dios en medio de la Ciudad de los hombres.