María Antonia de Paz y Figueroa, más conocida como Mama Antula, nació en Silipica (Santiago del Estero) en el año 1730, y falleció el 7 de marzo de 1799 en Buenos Aires. Y en febrero del 2024 el Papa Francisco nos regaló la Gracia de la canonización de esta gran mujer. De allí que cada 7 de marzo podremos celebrar a esta santa, primera mujer canonizada en nuestra Patria.
No es el objetivo de estas pequeñas líneas ahondar en su biografía, son muchos y muy buenos los autores que se han dedicado a retratar su vida. Quisiéramos, más bien, resaltar algunos puntos que nos pueden servir para conocer un poco más el semblante de esta santa, y que podrían tener algún punto de conexión y reflexión para nosotros como milicianos de Fasta.
Mujer laica
Nos cuentan los biógrafos que “ella vivía en una comunidad de mujeres que no tenían instituto fijo. Sin votos, ni clausuras, servían a Dios con la más edificante regularidad, en la práctica de todas las virtudes cristianas, bajo la dirección espiritual de los padres de la Compañía de Jesús. Para evitar todo pretexto de distinciones mundanas, ellas renunciaban a su nombre de familia, y tomaban el de algún santo”.
“Para ayudarse en sus obras, los jesuitas recurrieron a la ayuda de colaboradores laicos, sobre todo mujeres generosas. Refiriéndose a ellas en un informe fechado en 1645 escribe uno de los padres jesuitas: “Hay en Santiago un gran número de vírgenes consagradas a Dios, que viven fuera del claustro y se llaman beatas. No son inferiores a las monjas claustradas, tanto por su fervor en la virtud como por su modestia y recogimiento”. Algunas de esas mujeres, para ayudarse entre sí, se agruparon en una casa, donde trataban de llevar una vida espiritual más intensa, visitaban enfermos, bordaban ropa de altar, enseñaban catecismo o acudían en ayuda de los pobres. Se las conocía como “beatas”, en el sentido evangélico de la palabra, ya que Cristo, cuando pronunció el sermón de la montaña, llamó beatus- bienaventurado- al que vivía de acuerdo al Evangelio. Por eso, la casa donde moraban tomó el nombre de “beaterio”. Tras una especie de noviciado, se consagraban a Dios con votos privados, vistiendo un hábito semejante a la sotana que usaban los jesuitas, más una toca que les cubría la cabeza. A veces cambiaban el nombre de familia por el de algún santo de su especial devoción. Lo que más les gustaba hacer era ayudar en las sucesivas tandas de Ejercicios, tomando parte en su organización, cocina y limpieza, de la manera más discreta posible. No eran propiamente religiosas, ni podían ser consideradas como terciarias jesuitas, pero a través de sus actividades apostólicas y sobre todo su atención a las “casas de Ejercicios” estaban de hecho estrechamente ligadas a la Compañía.
María Antonia ingresó en uno de esos beaterios. Bajo la dirección espiritual del P. Ventura Peralta cambió su nombre original por el de María Antonia del Señor San José. A los 17 años se consagró a Dios, pronunciando los votos de pobreza, castidad y obediencia, y recibió el hábito de San Ignacio, que ya no dejaría hasta su muerte. En adelante se vería a la nueva beata, con su hábito negro, caminando por las resacas calles de Santiago. Para los vecinos será la Beata Antula, una beata más, de las beatas del beaterio de Santiago. Al firmar, añadía a veces “Beata Profesa de la Compañía de Jesús”.
Misión en la Iglesia: participación y fervor apostólico
Mama Antula fue una viandante del Espíritu. Recorrió miles de kilómetros a pie, atravesó desiertos y caminos peligrosos para llevar a Dios. Ahora ella es para nosotros un modelo de fervor y audacia apostólica.
“De María Antonia ha escrito el p. Furlong: “Es más que probable que no ha habido ni quien la haya superado ni quien la haya igualado. Aquella mujer santiagueña parecía ser hermana, en el espíritu, en la acción y en la inteligencia, de la gran santa avileña. Ella es, tal vez, la figura femenina más recia y robusta, al propio tiempo que totalmente femenina, de toda la historia argentina así como antes como después de 1810. Y Mons. Marcos Ezcurra la llama “mujer insigne, gloria de nuestra Patria y ornamento de la Iglesia Argentina”.
Predicación y testimonio
“La caridad de Mama Antula, sobre todo en el servicio a los más necesitados, hoy se impone con gran fuerza, en medio de esta sociedad que corre el riesgo de olvidar que «el individualismo radical es el virus más difícil de vencer. Un virus que engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones» (Carta enc. Fratelli tutti, 105). En esta beata encontramos un ejemplo y una inspiración que reaviva «la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 195). Que el Señor nos dé la gracia de seguir su ejemplo y que este ejemplo los ayude a ser ese signo de amor y de ternura entre nuestros hermanos.”
“La Beata andariega: María Antonia era fuego y el fuego busca extenderse. Cristo no había muerto solo por los santiagueños. Se requería llevar a otros sitios el tesoro que la deslumbraba. Y así resolvió convertirse en la andariega de Cristo, lanzándose por los caminos de nuestra Patria, con la intención de llevar al mayor número posible de almas los beneficios de la Redención, particularmente a través de los Ejercicios”.