En la festividad de todos los santos de la Orden de Predicadores, los miembros de la Ciudad Miliciana queremos recordar a todos nuestros hermanos mayores en la Fe que ya gozan de la Bienaventuranza final.
Junto a Santo Domingo traemos también a nuestro corazón a todos los santos que, siguiendo a Jesucristo a través la espiritualidad dominica, han alcanzado la vida eterna y son modelos para nuestra vida interior.
La fiesta de hoy fue instituida por el papa Clemente X en 1647, y como milicianos y fasteanos queremos que este día no pase inadvertido porque nuestro Fundador nos regaló el ser parte de la gran familia espiritual de la Orden de Predicadores. Nos dio santos modelos para que no caminaramos solos hacia el Cielo.
Recordando los primeros fogones, entre las canciones que sonaban en ese espacio especial que tiene todo campamento se escuchaba cantar: “Cuando se ven santos marchar quisiera ser uno de ellos..”
Como miembros de Fasta seamos fieles a nuestra espiritualidad para poder crecer en la dimensión de nuestro carisma teniendo en cuenta que tenemos modelos concretos de Santidad para admirar e imitar: todos los santos dominicos.
Ahora, escuchemos las enseñanzas de nuestro fundador en su libro “La Espiritualidad de Fasta”:
Los santos dominicos, modelos de nuestra espiritualidad.
Todos ellos son modelos maravillosos de virtud inspirada y lograda a partir de la experiencia del misterio de Dios en sus vidas. Desde la humilde y escondida de un San Luis Beltrán o de una Inés de Montepulcico, hasta la brillante y estupenda de un Vicente Ferrer, de una Santa Catalina de Siena, de una Rosa de Lima o, la más actual de todas, la del Beato Pier Giorgio Frassatti.
La Orden Dominicana ha sido y es un “semillero de santos”, como la llamó un Papa. En todos los lugares donde la Orden se ha hecho presente y en todos los tiempos en que ha evangelizado, siempre aparecen, canonizados o no, sus “santos”. Al leer sus biografías, uno comprueba “cómo el espíritu del Padre común, Santo Domingo de Guzmán, se transmite de generación en generación a sus hijos e hijas, sin solución de continuidad; al comprobar cómo hay una relación tan íntima entre la “Rosa de la paciencia” del Patriarca Domingo, y la Rosa de Lima, de los americanos, que cuando oía que lo llamaban así a su Padre, decía humildemente: “Ese canto me pone triste porque yo también soy Rosa, pero no tengo la paciencia de él”…; al comprobar cómo hay una semejanza tan cabal entre el Padre moribundo, que les dice a sus hijos, los dominicos: – “Desde el cielo, adonde voy, os seré más útil que aquí” – y las mismas expresiones, que repite en igual circunstancia, pero a una distancia de más de dos mil kilómetros, su discípulo San Jacinto, rodeado a su vez de hijos que ya no conocieron al abuelo, gozará al notar cómo la ciencia mística dominicana –es decir su espiritualidad- tiene maestros y alumnos, desde el primer momento hasta nuestros días, y puede producir una Catalina de Siena en Europa y una Rosa de Lima en América, para no mencionar más que a estos dos ejemplares, “esas dos estrellas que han alumbrado a dos mundos” como dijera el Padre Lacordaire.
El Patriarca Domingo y los santos y beatos dominicos son los modelos concretos de santidad que la Orden pone a nuestra consideración, no sólo para admirar sino, con las particularidades que introducen el tiempo y la realidad personal, también para imitar.
La Orden, al final del día, en el rezo de las Completas, así le canta a su Patriarca y Fundador:
¡Oh Luz de la Iglesia,
Doctor de la Verdad,
Rosa de Paciencia,
Marfil de Castidad.
Nos diste gratuitamente
El agua de la sabiduría.
Predicador de la Gracia,
Llévanos a la Patria Celestial.
AMEN
Oración
Oh Dios, fuente de toda santidad, que te dignaste enriquecer a tu Iglesia con los abundantes dones de los santos de la Orden de Predicadores; concédenos seguir sus huellas de manera que nos unamos un día en la perpetua fiesta del cielo con todos los que veneramos hoy en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.
Bendición final
Dios, gloria y júbilo de los santos, que nos ha concedido celebrar hoy esta fiesta, nos bendiga por siempre. Amén.