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Santo Domingo de Guzmán

“En Santo Domingo está nuestro abolengo, nuestra prosapia, venimos de ese tronco señero de la vida de la Iglesia. Quisiera hablarles hoy de Santo Domingo, porque hay que reconocer al padre, para poder tener el modelo que nos ilumine después en orden a saber cómo orientar nuestra vida espiritual”

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Con estas palabras, el Padre Fosbery se refería a nuestro Padre Santo Domingo. Nos invitaba siempre a mirar la vida de Domingo para desde allí iluminar todo nuestro itinerario espiritual. 

¿Y por qué es necesario mirar a Santo Domingo de Guzmán? Porque nuestro Padre Fundador, Fr. Anibal, fue un dominico, orgulloso fraile de la Orden de los Predicadores. Y cuando la Ciudad Miliciana fue creciendo e iba adquiriendo su carisma y estilo propio, nuestro fundador siempre quiso que esta institución de la que formamos parte no pierda su raíz y origen, que siempre pueda beber de la espiritualidad dominicana, de la que él se había nutrido. De allí que lo seguimos invocando a Domingo como Patriarca de esta gran familia. 

La Orden de Predicadores lleva un lema: Veritas– Verdad-. Y es esta Verdad la que cautivó a Domingo y lo llevó a buscar, estudiar, contemplar y transmitir esta Verdad. Una Verdad que se nos presenta y se manifiesta en la realidad de las cosas. No es una verdad inventada, relativa o subjetiva, sino la manifestación de lo que las cosas son y se nos presentan evidentes a los sentidos y que puede ser captada por nuestro intelecto. Y esta Verdad es hermosa, bella, porque es participación de Dios. De ahí que en Fasta queremos hacer eco de este lema que Domingo le imprimió a la Orden: queremos buscar la Verdad, estudiarla, contemplarla, para desde allí darla a conocer. 

No podemos olvidar de Domingo su honda vida espiritual, su amor a la Virgen María, su fervor apostólico, la vivencia de la fraternidad vivida con alegría. Todas ellas, notas importantes que podemos reconocer en la vida de Fasta. Es que hemos sido herederos de una riqueza maravillosa, y la fiesta de Santo Domingo es una oportunidad para darle gracias al Señor. 

Cuentan los biógrafos de Santo Domingo, que una noche, estando él en oración, pudo tener una visión del Cielo, donde vió a la Santísima Virgen, a los santos y a representantes de todas las órdenes religiosas. Al observar aquella escena, cuentan que comenzó a llorar porque no veía allí a sus hijos e hijas de la Orden de Predicadores. Fue en ese momento donde el Señor le reveló que su Orden había sido encomendada a la Virgen María. La Virgen María extendió su manto, que se desplegó a derecha e izquierda, y pudo ver Domingo cómo se encontraban allí, bajo el manto de la Virgen, una muchedumbre de frailes y monjas que estaban bajo el cuidado maternal de la Madre de Dios. Quizá esto nos puede ayudar a reflexionar sobre el cuidado amoroso de la Virgen en nuestra vida y en la vida de Fasta. También nosotros, como ramas del gran tronco de la Orden de Predicadores, estamos bajo el cuidado amoroso de la Madre y participamos de las Gracias que el Señor nos quiere regalar a través de Santo Domingo de Guzmán. 

“Oh, luz de la Iglesia, doctor de la verdad, rosa de paciencia, marfil de castidad, tú nos diste gratuitamente el agua de la sabiduría, predicador de la gracia, llévanos a la Patria Celestial. Amén”

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