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Anunciación del Señor

La vocación sacerdotal, la consagrada y la laical requieren la misma actitud de la Virgen frente al Anuncio del ángel: alegría, entrega, “no temas María”, vivir la vida de la gracia, confianza en el Señor. Decir como dijo la Virgen: “yo soy la servidora del Señor, (yo soy el servidor del Señor), hágase en mí según tu Palabra”.

Fray Aníbal E. Fosbery

Mesa de trabajo 1 copia 4

Te invito a leer

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

Palabra del Señor

Te invito a meditar

En la plenitud de los tiempos se produce el Anuncio del ángel. El relato del texto evangélico nos asombra por la sencillez, por la naturalidad con que se produce el hecho. Es un ángel el enviado, y sin embargo todo se da casi con naturalidad. No hay situaciones estruendosas, ni hechos espectaculares, como no los habrá tampoco en la noche que va nacer el Hijo de Dios. Y sin embargo, se está produciendo el hecho más insólito y extraordinario que nadie jamás podía imaginar.

Es un hecho esencialmente religioso. No es un hecho social, no es un hecho político, no es un hecho cultural, es un hecho religioso. El ángel le anuncia a María que va a ser la Madre de Dios. El ángel le anuncia a la llena de gracia que se alegre, y que no tema, porque va a ocurrir esto que es un milagro excepcional: el Verbo de Dios, el que estaba en Dios, el consustancial al Padre, este Verbo, por obra del Espíritu Santo, va a tomar la naturaleza humana, sin que esa naturaleza sea absorbida en la unión con lo divino y sin que se menoscabe la divinidad.

Este hecho es un hecho esencialmente religioso. Y así lo recibe María. Y por eso María simplemente dice: “yo soy la servidora del Señor, hágase en mí según tu Palabra”. No hay otra reacción por parte de la Virgen, sino la de la obediencia, del sometimiento al misterio, a lo que va a ocurrir.

Así también van a recibir los cristianos el anuncio que después los Apóstoles harán del misterio. Y así también las comunidades cristianas van a recibir el núcleo misterioso que se revela, primero en María y en José, después en los Apóstoles y después en la Iglesia. Este será el núcleo sobre el cual las comunidades cristianas se van a ir aglutinando, este va a ser el mensaje, la noticia. Un mensaje que se conocerá primero de modo vital de boca en boca, de oído a oído. Recién en el siglo IV se hacen las formulaciones del Credo que conocemos, pero la enseñanza de los Apóstoles está expresada en la primera formulación del Credo, que tiene dos fórmulas: la trinitaria, y la de la encarnación. Este es el centro del misterio.

A esa Revelación después la Iglesia la irá explicitando a través de la penetración del misterio por la razón, de donde la Iglesia, defendiendo la verdad revelada contra los herejes, indagando el misterio, irá mostrando y marcando las otras realidades que se explicitarán a través del tiempo, y que formarán parte del Dogma. Las verdades implícita o explícitamente reveladas serán objeto de nuestra fe.

Pero lo que en todo caso quiero destacar, es que este es el núcleo del misterio del cristianismo, y de la vida de la Iglesia. La Iglesia no empieza por otro lado, ni tiene otra misión. Como entonces la Iglesia recibe el misterio, lo contempla, lo trasmite, lo protege, lo defiende. Esa es la misión de la Iglesia. La Iglesia se implanta detrás del misterio. Hay Iglesia cuando hay una comunidad receptora del misterio y que está dispuesta a contemplarlo y a protegerlo. Recién hay Iglesia. Si no, no hay Iglesia.

La misión será transmitir el misterio.

Esto es importante para entender que también Fasta es eso. Decimos “es un espacio de salvación”, porque en el centro de la Ciudad Miliciana tiene que estar vivo el misterio. De ahí en más, uno irá proyectando desde el misterio la verdad y la vida de Dios sobre las cosas, para que todas las cosas sean instauradas en Cristo, como dirá San Pablo en la Epístola a los Efesios: “Instaurar todo en Cristo”. Hacer que las cosas sean filiales en el misterio del Padre, hacer que las cosas participen la dimensión de alabanza y de glorificación del misterio de Dios, participen de la dimensión cultual. Hacer que se pueda dar testimonio del misterio con la doctrina, con la palabra, y también con los comportamientos, hasta el martirio.

En el núcleo, en el centro, está el misterio de Dios.

Desde el momento que el Pontificio Consejo para los Laicos reconoce a Fasta como obra de la Iglesia, significa que nosotros estamos dispuestos a recibir el misterio, contemplarlo, protegerlo, trasmitirlo. Aquí aparece la vocación de los seminaristas, los sacerdotes, las catherinas y todos los miembros de Fasta, que reciben el misterio. Ustedes son los que protegen el misterio. Ustedes son los que contemplan el misterio. Ustedes son los que transmiten el misterio.

Esto es muy importante para definir la vocación y la opción vocacional. Es lo prioritario, y lo que nosotros como Fraternidad debemos preservar y cuidar. Nuestros sacerdotes y catherinas están al servicio del misterio en la Ciudad Miliciana. Los laicos también con el ejercicio de las tareas que les son propias. Eso ya no está directamente vinculado con el misterio, aunque abre las perspectivas de la transmisión del misterio.

La vocación sacerdotal, la consagrada y la laical requieren la misma actitud de la Virgen frente al Anuncio del ángel: alegría, entrega, “no temas María”, vivir la vida de la gracia, confianza en el Señor. Decir como dijo la Virgen: “yo soy la servidora del Señor, (yo soy el servidor del Señor), hágase en mí según tu Palabra”.

Te invito a rezar

Un cántico que brota jubiloso
en labios de María es pronunciado,
la pena que la tierra soportaba
en causa de alegría se ha trocado.

El sí de las promesas ha llegado,
la alianza ya se cumple poderosa;
el Verbo por quien todo fue creado,
con nuestra débil carne se desposa.

Misterio que en la fe solo se alcanza,
María es nuevo templo de la gloria;
rocío matinal, arca que guarda,
luz nueva en presencia misteriosa.

A Dios sea la gloria eternamente
al Hijo suyo amado Jesucristo
que quiso encarnarse por nosotros
y darnos su Espíritu divino. Amén.

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