Mi nombre es Carla. No pertenezco a Fasta, aunque participo en varias actividades porque mis hijos asisten al Colegio Juan Pablo II, en Mendoza. Actualmente formo parte del Instituto Mater Dei, habiendo ingresado como oblata el 8 de diciembre de 2023.
Desde chica conocí la existencia de Fasta, ya que ingresé al Colegio San Francisco Javier en sexto grado, donde me hice amiga de Ofelia Giunta. Y para sumar aventura, vivíamos a solo cinco cuadras, así que compartíamos muchas actividades, idas y vueltas, entre ellas, ir al Ruca Curá los sábados. En una época fui caperucita, aunque después dejé de asistir, no por algo puntual, sino por las etapas de la vida: el estudio, la universidad… una época de muchas actividades.
Cuando supe que iban a abrir un colegio en Mendoza, me entusiasmó mucho la idea de que mis hijos pudieran asistir. Me gusta la espiritualidad de Fasta y, más aún, todo aquello que nos ayude a conocer mejor a Jesús y a alcanzar nuestro fin último, que es la santidad.
Me encantan las vocaciones laicales que están en el mundo sin ser del mundo. Tienen una mirada y una llegada a las personas que, sin duda, aportan infinidad de gracias a nuestra querida Iglesia.
El primer retiro de Fasta al que asistí fue en 2024. Fui porque tenía muchas ganas de participar en uno, y Dios me lo puso en el camino. No tenía grandes expectativas, porque para mí, cualquier momento para estar más cerca de Dios es valiosísimo. Fue una experiencia muy linda. Hay algunas dinámicas que, en lo personal, me cuestan un poco —como aquellas en las que uno debe expresar algún sentimiento de manera más corporal o simbólica—. No me molestan, ni me parecen mal, pero me resultan algo ajenas. De todos modos, estoy segura de que Dios quiso que las viviera. Ya sabrá Él sus razones. A veces el alma está más dispuesta que otras, tanto en los retiros como en la oración.
Este 2025 volví a participar del retiro de las Cathes. Me siento muy cómoda en la comunidad; me gusta la sencillez de Fasta, su formación, y, como dije antes, todo lo que nos acerca más a Él. Este último retiro fue muy especial para mí. Será, tal vez, porque Dios actúa siempre sorprendiéndonos. La temática me encantó: hace tiempo que viene girando en mi cabeza la idea de la Vida Eterna y cómo podemos comenzar a vivir el cielo en la tierra.
Además, hacía apenas diez días había fallecido una amiga mía, testimonio fuerte de fortaleza. Viví con ella todo el acompañamiento sacramental y espiritual antes de su partida a la Casa del Padre. Es difícil poner en palabras situaciones tan especiales, pero sin duda Dios piensa cada detalle.
Con Ofelia hemos profundizado nuestra amistad en la oración. Como ella dijo en el retiro: hay momentos en los que uno no puede rezar, pero tu amigo lo hace por vos. Siempre presente. Me identifico mucho con ella, porque cada vez la veo más enamorada de Jesús. Ese descubrimiento de la maravilla de la Santísima Trinidad se refleja en el amor al prójimo, en estar atentos al otro, en estar disponibles cuando se nos necesita. Lo mismo con Belén (Zecchin): la conocí hace poco, y se nota el amor con el que vive su compromiso en cada detalle.
Sin duda recomendaría el retiro. De hecho, lo hice antes de vivirlo, cuando Dios nos usa como instrumento y el Espíritu Santo actúa en el momento justo. Esa es la maravilla de Dios: cómo va obrando en cada instante. Solo hay que estar atentos, y se ve su Mano en cada detalle.
Creo que toda actividad formativa o evangelizadora, planteada desde el amor a Dios, contribuye a su plan. Cada uno con su caminito, pero con una finalidad común: la santidad. Ayudándonos unos a otros, y, sobre todo, siendo maleables para que se cumpla su Voluntad.
¡Juntos hasta el Cielo!
Carlita