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Santísima Trinidad

“Esta festividad es única, ya que no se refiere a un momento específico de la vida de Jesús, sino a la esencia misma de su ser y su revelación. En esta celebración no conmemoramos un evento particular de la vida terrenal de Cristo, sino que celebramos su naturaleza divina y su misión reveladora”.

Pbro. Juan Ignacio Barnés

Santísima Trinidad

Te invito a leer

Después de la Resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de Él; sin embargo, algunos todavía dudaron.

Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado. Y Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.»

Te invito a meditar

Una semana después de Pentecostés, la Iglesia celebra con gran solemnidad la fiesta de la Santísima Trinidad: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta festividad es única, ya que no se refiere a un momento específico de la vida de Jesús, sino a la esencia misma de su ser y su revelación. En esta celebración no conmemoramos un evento particular de la vida terrenal de Cristo, sino que celebramos su naturaleza divina y su misión reveladora. Jesús es Dios, el Hijo amado del Padre que nos da el Espíritu Santo.

Esta festividad es como un compendio de toda la misión de Jesús, que se manifestó plenamente en Pentecostés la semana anterior, y que ahora se recoge en su totalidad en esta solemne celebración. Nos revela quién es Dios, y por ello, nos invita a la adoración profunda y reverente.

En el Evangelio, cuando los apóstoles ven a Jesús resucitado, se postran ante Él en señal de adoración. Al contemplar a Jesús en la plenitud de su misión, revelando al Padre y al Espíritu Santo, no pueden sino inclinarse en veneración. El espíritu de esta fiesta nos llama a la humildad, a convertirnos en pequeños, a postrarnos, adorar y bendecir el misterio insondable de Dios.

Este pasaje bíblico también nos habla del bautismo. La palabra “bautizar” significa “sumergir”. En esta fiesta, somos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, sumergidos en el misterio divino. Estamos llamados a sumergirnos en esa adoración y en ese misterio, a dejarnos envolver por este Dios que abarca todo el cielo y la tierra, y a llevar este anuncio a todos los hombres, para que todos descubran y celebren este maravilloso misterio.

Te invito a rezar

¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Inunda mi alma de paz; haz de ella tu cielo, la morada de tu amor y el lugar de tu reposo. Que nunca te deje allí solo, sino que te acompañe con todo mí ser.

¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para tu Corazón! ¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas, para aprenderlo todo de Ti.

¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor!, desciende sobre mí para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo en la que renueve todo su Misterio.

Y Tú, ¡oh Padre Eterno!, inclínate sobre esta pequeña criatura tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien has puesto todo tu Amor.

¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a Ti como ofrenda de amor. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas. Amén.

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