Con su costado abierto, Jesús nos dice: “Tú me interesas”, “Tomo tu vida en mi corazón”. Pero también nos dice: “Haz esto en memoria mía: cuida de los demás.
Del Evangelio según San Juan:
Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.
Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a Él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.
El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.
Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: “No le quebrarán ninguno de sus huesos”. Y otro pasaje de la Escritura, dice: “Verán al que ellos mismos traspasaron”.
Agua y sangre
El detalle referido por el evangelista Juan sobre la sangre y el agua que brotaron del costado abierto de Jesús exánime está lleno de profundo significado. El agua simboliza para los creyentes el bautismo en el Espíritu Santo: “El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se levantó y exclamó en alta voz: «El que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura, ‘de su pecho brotarán manantiales de agua viva’». Esto lo dijo refiriéndose al Espíritu que debían recibir los que creyeran en Él. Porque el Espíritu no había sido dado todavía, ya que Jesús aún no había sido glorificado” (Jn 7,37-39).
La Sangre que fluye de la herida producida por la lanza simboliza la Eucaristía: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6,54-56). Jesús resucitado ha querido permanecer realmente con nosotros en la Eucaristía.
El corazón
En el lenguaje bíblico, el corazón tiene un significado mucho más amplio del que nosotros le atribuimos ordinariamente: indica toda la persona en la unidad de su conciencia, inteligencia, voluntad, libertad. El corazón indica la interioridad del hombre. Con su costado abierto, Jesús nos dice: “Tú me interesas”, “Tomo tu vida en mi corazón”. Pero también nos dice: “Haz esto en memoria mía: cuida de los demás. Con todo el corazón. Es decir, experimenta los mismos sentimientos de mi corazón y toma las mismas decisiones que yo he tomado”.
Divino Corazón de Jesús,
te ofrezco por medio del Corazón Inmaculado de María,
madre de la Iglesia, en unión con el sacrificio eucarístico,
las oraciones, acciones, alegrías y sufrimientos de este día
en reparación de los pecados y por la salvación de todos los hombres,
en la gracia del Espíritu Santo, para gloria del Padre Divino.
Amén.
Jornada Mundial de la Oración por la Santificación de los Sacerdotes
En 1995, San Juan Pablo II instituyó en este mismo día la Jornada Mundial de Oración por la Santificación del Clero, para que Jesús custodie el sacerdocio en su corazón. Este año la jornada tiene como lema “Sacerdotes Santos: Don de Cristo para la Iglesia”.
A continuación, presentamos una oración elaborada por Santa Teresita del Niño Jesús para rezar por la Santificación de los Sacerdotes:
Oh Jesús, que has instituido el sacerdocio para continuar en la tierra
la obra divina de salvar a las almas
protege a tus sacerdotes (especialmente a: …………..)
en el refugio de tu SAGRADO CORAZÓN.
Guarda sin mancha sus MANOS CONSAGRADAS,
que a diario tocan tu SAGRADO CUERPO,
y conserva puros sus labios teñidos con tu PRECIOSA SANGRE.
Haz que se preserven puros sus Corazones,
marcados con el sello sublime del SACERDOCIO,
y no permitas que el espíritu del mundo los contamine.
Aumenta el número de tus apóstoles,
y que tu Santo Amor los proteja de todo peligro.
Bendice sus trabajos y fatigas,
y que como fruto de su apostolado obtenga la salvación de muchas almas
que sean su consuelo aquí en la tierra y su corona eterna en el Cielo. Amén.