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Natividad de la Santísima Virgen María

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Te invito a leer

“La generación de Jesucristo fue así: su madre María estaba desposada con José, y antes de vivir juntos resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo… Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por medio del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emanuel, que significa ‘Dios con nosotros’”.

Te invito a meditar

Hoy celebramos con toda la Iglesia la Natividad de la Virgen María, fiesta que tiene sus orígenes en Jerusalén. La tradición ubica el lugar de su nacimiento en la actual Basílica de Santa Ana, donde ya desde el siglo V los cristianos veneraban con gozo el nacimiento de aquella que sería la Madre del Salvador. San Juan Damasceno saludaba a la Virgen niña con estas palabras: “Dios te salve, María, dulcísima hija de Ana”.

La fiesta pasó a Roma en el siglo VII, y aunque no conocemos con certeza por qué se fijó en el 8 de septiembre, de ella se desprende una hermosa consecuencia: nueve meses después, el 8 de diciembre, celebramos la Inmaculada Concepción. El nacimiento de María es motivo de alegría porque marca el inicio visible de un plan eterno: Dios prepara una morada santa para enviar a su Hijo al mundo. En María comienza el cumplimiento de las promesas. 

Un antiguo himno dice: “Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial,
que, con ser estrella, es tal,  que el mismo Sol nace de ella”. Así es María: el alba que precede al Sol, la estrella que anuncia la llegada de Cristo. Esta Niña, desde su nacimiento, será preservada como Tabernáculo purísimo, como Morada Santa para poder albergar y dar a luz así al Salvador. 

A su vez, en Argentina, se celebra en este día la jornada de oración por la Vida Consagrada. ¿Y por qué en este día se reza especialmente por la Vida Consagrada? Porque la vida de María fue totalmente de Dios. Ella, desde su nacimiento, estuvo consagrada al Señor de un modo único. Los hombres y mujeres que entregan su vida en la consagración imitan ese “ser toda de Dios” que María vivió en plenitud.

Su “sí” abrió la puerta para que Dios habitara entre nosotros. Y cada consagrado mantiene abierta esa puerta en medio del mundo, recordándonos que Dios sigue estando presente y que nuestra esperanza está en Él.

En este día, de manera especial, damos gracias a Dios por las vocaciones consagradas de nuestra Ciudad Miliciana. Que ellos, sacerdotes y catherinas,  puedan ser testimonio y signo del Reino de los Cielos.

La vida de María, pequeña y sencilla, nos recuerda que Dios comienza siempre en lo oculto y en lo humilde, pero con una fuerza imparable que transforma la historia. La vida consagrada vivida en Fasta participa de este mismo misterio: una entrega silenciosa, fiel y alegre que anuncia que Cristo está vivo.

En la Natividad de la Virgen renovamos nuestra certeza de que la fecundidad de la consagración no depende de grandes obras visibles, sino de un corazón totalmente disponible a Dios. Como María niña, cada consagrado es un “sí” que prepara el camino para que muchos se encuentren con Jesús.

Te invito a rezar

Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

De Ana y de Joaquín, oriente
de aquella estrella divina,
sale luz clara y digna
de ser pura eternamente;
el alba más clara y bella
no le puede ser igual,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

Gloria al Padre, y gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
Amén.

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