En este día querido hermano, querida hermana, celebramos el día de san Joaquín y santa Ana los padres de la Virgen María, los abuelos de Jesús. Y por eso te propongo que contemplemos este cuadro de Francisco de Zurbarán en donde aparece la sagrada familia: san José, la Virgen, el Niño, junto con san Joaquín y santa Ana, y San Juan Bautista.
“Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.”
No sabemos a ciencia cierta si los abuelos del Niño Jesús llegaron a verlo, pero en este cuadro el artista quiere retratar el ideal de la familia. El evangelio de hoy nos dice: «felices los ojos de ustedes porque ven, felices sus oídos porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron» (Mt 13,16-17). ¿Qué es lo que vieron los ojos de aquellos abuelos? Los ojos de aquellos abuelos primeramente vieron a la Virgen María. Vieron nacer a esa persona llena de gracia desde el primer instante de su Concepción, vieron como crecía en la santidad que iba irradiando, pero como todo padre cuando ve a su hijo sus ojos se enfrentaron con el misterio de lo que Dios quería hacer con su hija… «¿Qué será de este niño?» decían los padres de san Juan Bautista (Lc 1,66). Todo padre que mira a su hijo contempla a una persona nueva que Dios por su amor ha querido que venga y que tenga una misión. Si acaso hubiesen llegado estos abuelos a contemplar a este nieto, a Jesús, al Salvador con cuánto asombro mirarían al Señor tratando de develar este misterio. «¿Qué será de este niño?»
Les pedimos en este día a san Joaquín a santa Ana que nos ayuden a contemplar, a ver y a oír desde la fe. Les pedimos su mirada amorosa para contemplar a la Virgen, para contemplar al Niño, para descubrir el misterio de lo que Dios quiso hacer en ellos. Pero también para contemplar a los nietos de nuestras familias, a nuestros niños que crecen y que cada uno de ellos encierra una misión. Miremos desde la fe y con amor a cada uno de los que nos son encomendados.
Dios te salve María, llena eres de gracia el Señor es contigo bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén