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Jueves Santo

Jueves-Web

Te invito a leer

“Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.

Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. 

Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?». Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás». «No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!». Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte». «Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!». Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos». El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes están limpios».

Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.” (Jn 13, 1-15)

Te invito a meditar

Nos amó hasta el extremo” (Jn. 13,1), hemos leído. Creo que es una muy buena oportunidad para poder meditar cómo nos ama nuestro Señor Jesucristo. Y te invito a hacerlo a partir de la encíclica que nos regalo el Papa Francisco sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesús, Dilexit Nos:

33. Cómo nos ama Cristo es algo que él no quiso explicarnos demasiado. Lo mostró en sus gestos. Viéndolo actuar podemos descubrir cómo nos trata a cada uno de nosotros, aunque nos cueste percibirlo. Vayamos entonces a mirar allí donde nuestra fe puede llegar a reconocerle: en el Evangelio. 

34. Dice el Evangelio que Jesús «vino a los suyos» (Jn 1,11). Los suyos somos nosotros, porque él no nos trata como a algo extraño. Nos considera algo propio, algo que él guarda con cuidado, con cariño. Nos trata como suyos. No significa que seamos sus esclavos, y él mismo lo niega: «Ya no los llamo servidores» (Jn 15,15). Lo que él propone es la pertenencia mutua de los amigos. Vino, saltó todas las distancias, se nos volvió cercano como las cosas más simples y cotidianas de la existencia. De hecho, él tiene otro nombre, que es “Emanuel” y significa “Dios con nosotros”, Dios junto a nuestra vida, viviendo entre nosotros. El Hijo de Dios se encarnó y «se anonadó a sí mismo, tomando la condición de esclavo» (Flp 2,7). 

35. Esto se manifiesta cuando le vemos actuar. Está siempre en búsqueda, cercano, constantemente abierto al encuentro. Lo contemplamos cuando se detiene a conversar con la samaritana junto al pozo donde ella iba a buscar el agua (cf. Jn 4,5-7). Vemos cómo, en medio de la noche oscura, se reúne con Nicodemo, que tenía temor de dejarse ver cerca de Jesús (cf. Jn 3,1-2). Lo admiramos cuando sin pudor se deja lavar los pies por una prostituta (cf. Lc 7,36-50); cuando a la mujer adúltera le dice a los ojos: “No te condeno” (cf. Jn 8,11); o cuando enfrenta la indiferencia de sus discípulos y al ciego del camino le dice con cariño: «¿Qué quieres que haga por ti?» (Mc 10,51). Cristo muestra que Dios es proximidad, compasión y ternura. 

36. Si él curaba a alguien, prefería acercarse: «Jesús extendió la mano y lo tocó» ( Mt 8,3), «le tocó la mano» ( Mt 8,15), «les tocó los ojos» ( Mt 9,29). Y hasta se detenía a curar a los enfermos con su propia saliva (cf. Mc 7,33), como una madre, para que no lo sintieran ajeno a sus vidas. Porque «el Señor sabe la bella ciencia de las caricias. La ternura de Dios no nos ama de palabra; Él se aproxima y estándonos cerca nos da su amor con toda la ternura posible». [27]

37. Dado que nos cuesta confiar, porque nos lastimaron tantas falsedades, agresiones y desilusiones, él nos susurra al oído: «Ten confianza, hijo» (Mt 9,2); «ten confianza, hija» (Mt10 9,22). Se trata de superar el miedo y darnos cuenta de que con él no tenemos nada que perder. A Pedro, que desconfiaba, «Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: […] “¿Por qué dudaste?”» (Mt 14,31). No temas. Deja que él se acerque, que se siente a tu lado. Podremos dudar de muchas personas, pero no de él. Y no te detengas por tus pecados. Recuerda que muchos pecadores «se sentaron a comer con él» (Mt 9,10) y Jesús no se escandalizaba de ninguno. Los elitistas de la religión se quejaban y lo trataban de «un glotón y un borracho, amigo de publicanos y de pecadores» (Mt 11,19). Cuando los fariseos criticaban esta cercanía suya a las personas consideradas de baja condición o pecadoras, Jesús les decía: «Quiero misericordia y no sacrificios» (Mt 9,13). 

38. Ese mismo Jesús hoy espera que le des la posibilidad de iluminar tu existencia, de levantarte, de llenarte con su fuerza. Porque antes de morir, dijo a los discípulos: «No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán» (Jn 14,1819). Siempre encuentra alguna manera para manifestarse en tu vida, para que puedas encontrarte con él.”

Te invito a rezar

Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros


Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios Padre celestial,
Ten piedad de nosotros

 

Dios Hijo, Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Santísima Trinidad un solo Dios,
Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre,
Corazón de Jesús, Formado por el Espíritu Santo en el Seno de María
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo,
Corazón de Jesús, de Majestad infinita
Corazón de Jesús, santo Templo de Dios
Corazón de Jesús, Tabernáculo del Altísimo
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del Cielo
Corazón de Jesús, horno de encendido amor
Corazón de Jesús, receptáculo de la justicia y amor
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza
Corazón de Jesús, Rey y centro de toda alabanza
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros de sabiduría y ciencia
Corazón de Jesús, en quien habita la plenitud de la Divinidad
Corazón de Jesús, en quien el Padre se ha complacido
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido
Corazón de Jesús deseo de los collados eternos
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia
Corazón de Jesús, rico para todos los que lo invocan
Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad
Corazón de Jesús, propiciación de nuestros pecados
Corazón de Jesús, saturado de oprobios
Corazón de Jesús, oprimido por nuestras maldades
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte
Corazón de Jesús, traspasado por la lanza
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo,
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores
Corazón de Jesús, salvación de los que esperan en Ti
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos,

 

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo.
Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
Ten misericordia de nosotros.

Jesús Manso y humilde de corazón,
Haz nuestro corazón semejante al tuyo

Oremos: Omnipotente y sempiterno Dios, mira al Corazón de tu muy amado Hijo y a las alabanzas y satisfacciones que te tributa en nombre de los pecadores; concede benigno el perdón a los que invocamos tu misericordia, en el nombre del mismo Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en unión del Espíritu Santo Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.

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