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Jesucristo, Rey del Universo

“Él nos ama como somos, como somos ahora. Él no se cansa nunca de perdonar, nunca, nunca; siempre te vuelve a poner en pie, siempre te restituye tu dignidad real.”

Papa Francisco, Homilía 20/11/2022

Cristo Rey WEB

Te invito a leer

Del Evangelio según san Mateo (cf. 25, 31-46)

Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver».
«Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo».

Te invito a meditar

Sobre la cruz aparece una sola frase: «Este es el rey de los judíos» (Lc 23,38). He aquí el título: rey. Pero observando a Jesús, la idea que tenemos de un rey da un vuelco. Intentemos imaginar visualmente un rey. Nos vendrá a la mente un hombre fuerte sentado en un trono con espléndidas insignias, un cetro en las manos y anillos brillantes en los dedos, mientras dirige a sus súbditos discursos solemnes. Esta es, más o menos, la imagen que tenemos en la mente. Pero mirando a Jesús, vemos que Él es todo lo contrario. No está sentado en un cómodo trono, sino más bien colgado en un patíbulo. El Dios que «derribó a los poderosos de su trono» (Lc 1,52) se comporta como siervo crucificado por los poderosos. Está adornado sólo con clavos y espinas, despojado de todo mas rico en amor; desde el trono de la cruz ya no instruye a la multitud con palabras, ni levanta la mano para enseñar. Hace mucho más: en vez de apuntar el dedo contra alguien, extiende los brazos para todos. Así se manifiesta nuestro rey, con los brazos abiertos.

Fijemos de nuevo la mirada en Jesús Crucificado. Date cuenta, Él no mira tu vida sólo un momento y ya, no te dedica una mirada fugaz como frecuentemente hacemos nosotros con Él, sino que Él permanece ahí, con los brazos abiertospara decirte en silencio que nada de lo tuyo le es ajeno, que quiere abrazarte, volverte a levantar, salvarte, así como eres, con tu historia, con tus miserias, con tus pecados. Pero, Señor, ¿es verdad? ¿Con mis miserias me amas de este modo? Cada uno piense en este momento en su propia pobreza: “Pero, ¿tú me amas con esta pobreza espiritual que tengo, con estas limitaciones?”. Y Él sonríe y nos hace comprender que nos ama y ha dado la vida por nosotros. Pensemos un poco en nuestros límites, también en las cosas buenas: Él nos ama como somos, como somos ahora. Él no se cansa nunca de perdonar, nunca, nunca; siempre te vuelve a poner en pie, siempre te restituye tu dignidad real. Sí, la salvación, ¿de dónde viene? Nos viene al dejarnos amar por Él.

(Papa Francisco, Homilía 20/11/2022)

Te invito a rezar

Oh Príncipe absoluto de los siglos,
Oh Jesucristo, Rey de las naciones:
Te confesamos árbitro supremo
De las mentes y de los corazones.

La turbamulta impía vocifera:
“No queremos que reine Jesucristo”;
Pero en cambio nosotros te aclamamos,
Y Rey del universo te decimos.

Oh Jesucristo, Príncipe pacífico:
Somete a los espíritus rebeldes,
Y haz que encuentren el rumbo los perdidos.
y que en un solo aprisco se congreguen.

Para eso pendes de una cruz sangrienta,
Y abres en ella tus divinos brazos;
Para eso muestras en tu pecho herido
Tu ardiente corazón atravesado.

Para eso estás oculto en los altares
Tras las imágenes del pan y el vino;
Para eso viertes de tu pecho abierto
Sangre de salvación para tus hijos.

Que con honores públicos te ensalcen
Los que tienen poder sobre la tierra;
Que el maestro y el juez te rindan culto,
Y que el arte y la ley no te desmientan.

Que las insignias de los reyes todos
Te sean para siempre dedicadas,
Y que estén sometidos a tu cetro
Los ciudadanos todos de la patria.

Glorificado seas, Jesucristo,
Que repartes los cetros de la tierra;
Y que contigo y con tu eterno Padre
Glorificado el Paracleto sea.

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