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Domingo del Buen Pastor

“Yo soy el Buen Pastor y conozco los míos como los míos me conocen a mí, lo mismo que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Y yo doy mi vida por las ovejas”.

(San Juan 10, 14-15)

 

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Te invito a leer

Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye. y el lobo las arrebata y la dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.

Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre– y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.

Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre».

Palabra de Dios

Te invito a meditar

El sacerdote está llamado a ser pastor al modo de Jesús Buen Pastor. Como dice el Evangelio de Juan, “el Buen Pastor da su vida por las ovejas” (Jn 10,11). El sacerdote está llamado a dar la vida para comunicar vida según el estilo de Jesucristo. Comunicar vida en abundancia, la vida de Dios, en definitiva, a Jesucristo mismo, que es la Vida.

Se trata de dejarse modelar el corazón para que con el pasar del tiempo florezcan en la persona de aquel que ha sentido el llamado al sacerdocio una participada semejanza a Cristo en su sabiduría, en su profundidad espiritual, en su paternal valentía y en su libre ternura, que no son otra cosa que la expresión de su amor, aquel que los cristianos llamamos caridad.

Desde esta experiencia, la presencia del sacerdote nos recuerda que Dios está entre nosotros, que no nos deja solos y que quiere hacerse cercano. En el misterio de su elección nos revela a todos los hombres que hemos sido elegidos para ser hijos de Dios.

Pero esto no sucede siempre. Y aquí aparece un desafío que es de toda la comunidad cristiana, y en nuestro caso, de toda la Ciudad Miliciana. La santidad o crisis sacerdotales muchas veces expresan la santidad o crisis del pueblo de Dios. Así lo expresaba con gran claridad el Beato Francisco Piornio: “Hemos de afrontar esta hora sacerdotal con realismo, con serenidad y esperanza. El problema no es exclusivo de los sacerdotes. Ni siquiera es primordial de ellos. Fundamentalmente es de todo el pueblo de Dios. Cuando hablamos de crisis sacerdotales, hemos de plantearnos antes las crisis mismas de la comunidad cristiana. El sacerdote es con frecuencia signo y fruto de esa crisis. Hemos de preguntarnos qué está haciendo el pueblo de Dios –verdaderamente válido y esencial– para ayudar al sacerdote a superar sus problemas. ¿Simplemente reza? ¡Si al menos lo hiciéramos bien!

Pero ¿no hay toda una responsabilidad activa de la comunidad cristiana frente a sus pastores? ¿No ocurre a veces que los cristianos monopolizan al sacerdote para el servicio exclusivo de su salvación? ¿No lo dejan con frecuencia en peligrosa soledad porque el sacerdote vive de lo sobrenatural y lo invisible? ¿O tal vez no le contagian fácilmente su propia superficialidad o mundanismo? ¿No son a veces los cristianos los principales responsables de la sensación de fracaso, desubicación o inutilidad de los sacerdotes?”

Te invito a rezar

Salmo 22

1.El Señor es mi pastor: nada me falta;

2.en verdes pastos él me hace reposar. A las aguas de descanso me conduce,

3.y reconforta mi alma. Por el camino del bueno me dirige, por amor de su nombre.

4.Aunque pase por quebradas oscuras, no temo ningún mal, porque tú estás conmigo con tu vara y tu bastón, y al verlas voy sin miedo.

5.La mesa has preparado para mí frente a mis adversarios, con aceites perfumas mi cabeza y rellenas mi copa.

6.Irán conmigo la dicha y tu favor mientras dura mi vida, mi mansión será la casa del Señora por largos, largos días.

 

Por la santidad de los sacerdotes

Señor, para celar Tu honra y Tu gloria, danos Sacerdotes santos.

Señor, para aumentar nuestra fe, danos Sacerdotes santos.

Señor, para sostener Tu Iglesia, danos Sacerdotes santos.

Señor, para predicar Tu doctrina, danos Sacerdotes santos.

Señor, para defender Tu causa, danos Sacerdotes santos.

Señor, para contrarrestar el error, danos Sacerdotes santos.

Señor, para sostener la verdad, danos Sacerdotes santos.

Señor, para dirigir nuestras almas, danos Sacerdotes santos.

Señor, para mejorar las costumbres, danos Sacerdotes santos.

Señor, para desterrar los vicios, danos Sacerdotes santos.

Señor, para iluminar al mundo, danos Sacerdotes santos.

Señor, para enseñar las riquezas de Tu Corazón, danos Sacerdotes santos.

Señor, para hacernos amar al Espíritu Santo, danos Sacerdotes santos.

Señor, para que todos Tus ministros sean luz del mundo y sal de la tierra, danos Sacerdotes santos.

 

Corazón de Jesús, Sacerdote Santo, te pedimos 

con el mayor amor del alma, que aumentes día a día 

los aspirantes al sacerdocio y que los formes 

según los designios de tu Amante Corazón. 

Solo así conseguiremos Sacerdotes santos; 

y pronto en el mundo no habrá más que 

un solo rebaño y un solo Pastor.

Así sea.

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