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Corpus Christi

“Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él”.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan

corpus-16.9

Te invito a leer

Jesús dijo a los judíos:

«Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo.»

Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?»

Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día.

Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él.

Así como Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan bajado del cielo, no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente.»

Palabra del Señor.

Te invito a meditar

Uno de los grandes problemas que atraviesa el mundo es el hambre. ¡Tanta gente que no tiene cada día un plato de comida! Sin embargo, mucho más profunda es el hambre espiritual que sufren tantas personas. ¡Cuánta gente que no tiene amor, que no tiene quien lo escuche, que no tiene afecto, que está desesperada, sola, triste! ¡Tanta gente hambrienta! Saben que algo les falta, y les duele, pero no encuentran alimento para su corazón.

Frente a esa situación aparece hoy la Palabra del Señor: “Yo soy el Pan Vivo bajado del cielo. Mi carne es la verdadera comida y mi sangre la verdadera bebida”. Él mismo se nos da como alimento, quiere saciar el hambre del corazón. Para eso vino Dios al mundo, para ser nuestro alimento. El Hijo es enviado a los hombres como Pan Vivo: “este es el pan que ha bajado del cielo”. Jesús es el alimento que el Padre del cielo envía a los hombres. Y para que este alimento, que es Jesús mismo, pueda llegar realmente a todos los hombres de todos los tiempos, es que el Señor instituyó el Sacramento de la Eucaristía. Donde el pan y el vino se convierten en su cuerpo y su sangre, para que todos nosotros podamos, realmente, tener contacto con Él y verdaderamente comer en su cuerpo y beber su sangre. De esta manera Él puede ser el alimento de nuestra alma, pueda saciar nuestro corazón. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Mi carne es la verdadera comida, mi sangre la verdadera bebida. Este es el pan que ha bajado del cielo, el que coma de Él, vivirá para siempre.

Te invito a rezar

Omnipotente y sempiterno Dios, voy a acercarme al Sacramento de tu unigénito Hijo, Jesucristo Señor nuestro; voy a Él, lo confieso como enfermo, al médico de la vida; manchado, a la fuente de la misericordia; ciego, ciego a la luz de la claridad eterna; pobre y necesitado, al Señor de los cielos y de la tierra. Ruego, pues, a la inmensa abundancia de tu misericordia, lavar mis manchas, eliminar mi ceguedad, enriquecer mi pobreza, vestir mi desnudez, para que reciba al Pan de los Ángeles, al Rey de los reyes y al Señor de los señores, con tan grande reverencia y humildad, con tanta contrición y devoción, con tanta pureza y fe, con tal propósito e intención, como conviene a la salud del alma. Concédeme te suplico, no solo recibir el Sacramento de los altares, sino también el efecto y virtud del Cuerpo y de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo contenidos en él. ¡Oh mansísimo Dios!, haz que de tal manera reciba el Cuerpo que tu Unigénito Hijo nuestro Señor Jesucristo tomo de la Virgen María que merezca ser incorporado en su Cuerpo místico y contado entre sus miembros. ¡Oh Padre amantísimo!, concédeme que al fin contemple perpetuamente y sin velos a tu amado Hijo a quien ahora en esta vida me propongo recibir oculto en este Sacramento, y que contigo vive y reina en unidad con el Espíritu Santo, siendo Dios por todos los siglos de los siglos.

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