Me siento profundamente agradecida, porque nosotros somos representantes del Señor aquí en la Tierra. A veces nos sentimos pequeños, pero al mismo tiempo grandes, porque —como decía el Padre— nos sabemos hermanos en Cristo. Algo cambió en mí: ya no los veo solo como personas con las que voy a la iglesia, sino como una gran familia que Dios me dio.
Esto se ve en lo simple: en orar unos por otros, en preocuparnos por lo que le pasa al otro. Y eso, como dijeron, es también oración. Cuando me invitaron a ver “de qué se trataba”, no entendía nada. Pero me dejé guiar, porque en el fondo yo quería vivir lo que ellos vivían. Lo primero que me impactó fue ver a Rosario, tan feliz. Y pensé: quiero sentir lo que ella siente.
Al principio no me sentía igual, pero cuando empezás a formar parte, cuando caminás con otros y conocés más profundamente a tu hermano, te das cuenta de que te duele lo que le pasa. Ahí entendés de verdad la esencia de ser “uno”. Somos chiquitos comparados con todo lo que hay afuera, pero se siente el Espíritu Santo entre nosotros. Aunque estemos lejos, nos sentimos cerca.
Aprendimos a valorarnos más como seres humanos. Cada uno tiene algo para aportar, y todos formamos esta comunidad de Fasta. Aunque a veces no entendemos todo, vamos con fe, con la certeza de que Dios nos quiere revelar algo.
Esto nos ha hecho crecer mucho como comunidad. Aprendimos a dejarnos guiar, a escuchar al hermano cuando quiere hablar. Porque a veces, a través de él, Dios también nos habla. Estoy muy agradecida con el Padre Sebastián. En momentos difíciles, sentí su abrazo, ese “tranquila, tranquila” que me acompaña.
Como dijo Charito, no es fácil. Hay que ser perseverantes. A veces flaqueamos, pero siempre está el otro, siempre hay una palabra de aliento. En nuestro grupo, en San Alberto Magno, sentimos que el Espíritu Santo está presente.
No encuentro las palabras exactas, de verdad. A través de los temas que compartimos con Gerardo, y como decía mi esposo, hemos aprendido que a veces soñamos… pero vivir la comunidad nos ha ayudado a atravesar muchas cosas. Aunque no tengamos todas las respuestas, sentirnos parte de algo nos sostiene.
Han sido diez años de mucho aprendizaje: de comunidad, de humildad, de escuchar al hermano. Aunque no tengamos respuestas, podemos acompañarnos, abrazarnos. No necesitamos estar frente a miles para testimoniar: basta con estar al lado del que tenemos cerca. Ese abrazo nos reconforta, nos consuela.
Y hoy, en este día tan especial para nosotros, queremos darles las gracias por visitarnos. Estamos felices. Sabemos que somos apenas un pedacito de Fasta… pero lo somos de verdad.