Hoy celebramos diez años de historia y, al mirar hacia atrás, recuerdo claramente aquel primer encuentro con el padre Sebastián y su propuesta de fundar una comunidad de Fasta aquí en San Antonio. En ese momento me preguntaba: ¿Qué es Fasta realmente?
Por mucho tiempo me quedé en la superficie, pensando que Fasta eran nuestras universidades, nuestras escuelas… Pero después entendí que Fasta es algo más profundo. Es fraternidad, es renovación, es vida en comunidad, es una espiritualidad que combina fe y razón. Y así empezamos, con catequesis que nos marcaron, que nos ayudaron a entender las cosas de Dios desde una estructura racional, profunda, que respondía a nuestras preguntas más existenciales.
Al principio fue mucho estudio, mucho aprendizaje. Pero con el tiempo, lo que comenzó a formarse fue una identidad propia. No fue fácil: tuvimos dificultades pero siempre seguimos adelante. Con el tiempo descubrí la presencia viva de Cristo en cada uno de nosotros. Y también fui descubriendo que esas ideas que se nos iban presentando empezaron a transformar mi manera de verme a mí mismo, de ver mi misión.
Descubrí que tengo dos patrias. No lo sabía. No lo percibía. Aprendí a valorar a mis hermanos porque, en cada uno de ustedes, aprendí a ser mejor. Y cuando hace dos años viajamos a Costa Rica, me di cuenta de que somos parte de algo mucho más grande: una familia que tiene una visión y que quiere acercarse más a Dios, cada uno desde su fragilidad.
En lo personal, quiero dar gracias especialmente a Rosario, por su perseverancia, por su fuerza, por no bajar los brazos. La admiro profundamente. Ella me mostró, con su vida, que la fe no es algo abstracto. La fe es concreta, se vive todos los días.
Después de estos años, puedo decir que Fasta ha cambiado mi manera de vivir la fe, de trabajar, de ver a mis hermanos. Entendí que servir es un privilegio, que nuestras experiencias son lo que le dan sentido a la vida, que nuestras relaciones están llenas del amor de Dios.
Hoy Fasta tiene su propia historia. Tiene una identidad. Y debemos estar orgullosos de eso. Nos falta mucho, claro que sí. Pero somos protagonistas de esta historia, una historia que podemos seguir escribiendo con cantos, con poemas, con acciones, con cada pequeño gesto que haga presente el Reino de Dios.
Recuerdo cuando el padre nos hablaba de la “ciudad miliciana”, una ciudad donde el cielo se hace presente aquí en la tierra, donde Dios guía a sus autoridades, donde la fe se encarna en la vida pública, en la vida de cada uno. Y nosotros, como células vivas, tenemos la responsabilidad de transformar la sociedad desde adentro.
Por eso, agradezco a cada uno de ustedes. Sin su perseverancia, sin su cariño, sin esa capacidad de corregirnos con amor, Fasta no sería lo que es hoy. Gracias por corregirme, por ayudarme a crecer.
Después de diez años, recién ahora empiezo a comprender un poco qué es Fasta. Y a ver cómo Dios, a través de esta comunidad, me llama a participar de una misión grandiosa.
Fasta es un don. Es un carisma. Y cada uno de nosotros ha sido elegido para vivirlo. Como aquel joven rico que se encontró con Jesús y se fue porque no pudo dejarlo todo… nosotros también tenemos que decidir si estamos dispuestos a seguir al Señor. Pero incluso si nos cuesta, Él nos sigue amando, sigue esperando. Siempre.
Nuestro estilo, como decía el Padre, se construye primero desde el interior: haciendo presente a Dios en nuestro corazón. Luego, se expande hacia afuera: transformando la temporalidad, dando testimonio en el mundo. Y finalmente, amando a nuestra patria. A esta tierra que nos recibió, que nos desafía, que queremos transformar. Por eso en nuestro escudo están la fe, la esperanza y la caridad.
Hoy celebramos una historia gloriosa. Una historia que no se mide en números, sino en vidas transformadas. En corazones que siguen ardiendo por Dios.
Y como solemos decir entre nosotros, con la mano en el corazón:
“Yo estoy a tus órdenes. Estoy acá para servirte, para transmitirte el mensaje de Cristo, para construir este país juntos, para educar a nuestros hijos, para sostenernos en la alegría y en la dificultad. ¡Vamos adelante!”
