Durante su visita a la comunidad de Fasta San Antonio, el Padre César compartió un mensaje al iniciar el festejo por los 10 años de la Fundación.
No sale del corazón decir “gracias” si no hemos descubierto algo que hemos recibido como un bien para nuestra vida. En este momento estamos haciendo un ejercicio de acción de gracias. ¿Para qué sirve este momento? Para reconocer que hemos caminado juntos durante diez años.
No es posible dar gracias si no miramos conscientemente nuestra historia y nos preguntamos: ¿qué ha sucedido en mi vida en este tiempo? ¿Cómo apareció Dios? ¿Qué me regaló? ¿Qué hizo en mí? ¿Qué me pidió? ¿Qué pude hacer? Necesitamos hacer esa conciencia, a la que llamamos “memoria agradecida”: recordar el paso de Dios por nuestras vidas y descubrir todo lo que Él ha hecho.
Dios actúa en la historia, y la historia no se escribe solamente con las cosas lindas. Está hecha de todo lo que acontece: lo bueno y lo difícil. Pero todo forma parte de la historia. Y si creemos que Dios es todopoderoso, también creemos que puede sacar algo bueno incluso de lo complejo, lo doloroso, la enfermedad o la muerte.
El desafío es darle lugar a Dios en nuestra vida para que nos ayude a leer su amor no solo en los tiempos buenos, sino en todo momento, porque Él está presente en toda nuestra vida. La acción de gracias la hacemos juntos, porque compartimos una historia común: la historia de una comunidad.
Dios entra en la historia, la transforma, le da fuerza y esperanza. Así lo hizo con el pueblo de Israel: un pueblo peregrino que pasó por Egipto, caminó 40 años en el desierto y llegó a la tierra prometida, donde aprendió a habitar y a formar su identidad como pueblo de Dios.
Dios actúa de la misma manera en nuestras historias personales, matrimoniales, familiares y comunitarias. Él nos coloca en el tiempo, nos da la libertad y espera nuestra respuesta de amor. El amor siempre necesita libertad, y Dios nos ama de esa manera. A veces respondemos con amor, a veces no, pero Él permanece fiel.
