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Santo Domingo de Guzmán

Hoy en la Iglesia celebramos a Santo Domingo de Guzmán y, de modo especial, con la Orden de Predicadores recordamos a nuestro Santo Patriarca, quien fue elegido por el Señor para promover la renovación de su Cuerpo Místico, la Iglesia, en una época donde acechaba el error de la herejía cátara o albigense. También, nos alegramos junto con la Orden, porque de uno de sus hijos, Fr. Aníbal Fosbery, hemos recibido por gracia fundacional esta rica tradición espiritual, que es nuestra espiritualidad dominicana.

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Te invito a leer

Romanos 8, 28-30 

Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio. En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.

Te invito a meditar

“Todo lo que mira a la espiritualidad propia de la santificación hay que atribuirlo al Espíritu Santo, quien operó en el alma de Domingo de modo interno, íntimo, de santificación y espiritualidad. Fue un operar transfigurante de su alma por medio de la gracia santificante, las virtudes teologales y morales infusas; los dones del Espíritu Santo, que de ninguna manera reemplazan a las virtudes infusas sino que más bien, son modos con que facilita, mueve, haciendo rápido, vigente y efectivo el accionar de las virtudes infusas. La caridad o sea el amor a Dios y al prójimo, siguen siendo el objeto y el fin de la vida sobrenatural y de la santidad.” (Fosbery, Tras los pasos de Santo Domingo, pág. 71)

La oración y el estudio a través del “contacto con las Sagradas Escrituras, las enseñanzas de los santos Padres (…) le permitió meditar la doctrina sagrada y aplicársela a sí mismo”, y por obra del Espíritu Santo, “Domingo va cultivando de modo íntimo, oculto, interior, un modo propio de vida espiritual que fundamenta su santidad” (Fosbery, 74).

De este modo, en el mismo Domingo y luego en la Orden, se presenta una espiritualidad teologal, en la cual hay una “primacía de Dios sobre el resto de las cosas: mundo y hombre, y el hombre comprendiendo a él mismo (Domingo).” (Fosbery, 78)

 

“Era tan limpio en du conducta y estaba impulsado por tal ímpetu de fervor divino que, sin ningún género de duda, quedaba patente que era un vaso de honor (Rm 9, 21) y de gracia, un vaso adornado con todo género de piedras preciosas (Eclo 50, 10). Había en él una igualdad de ánimo muy constante, a no ser que se conmoviera por la compasión y la misericordia. Y como el corazón alegre alegra el semblante (Prov 15, 13), el sereno equilibrio del hombre interior aparecía afuera en una manifestación de su bondad y en la placidez de su rostro. Mantenía tal firmeza de ánimo en las cosas que comprendía razonablemente que debían llevarse a cabo en conformidad con la voluntad de Dios, que rara vez o nunca accedió a cambiar una decisión, tomada tras madura deliberación. El testimonio de su buena conciencia, como queda dicho, resplandecía siempre en la serena placidez de su semblante, sin que palideciera la luz de su rostro (Job 29, 24)”. (Beato Jordán de Sajonia, 103)

Te invito a rezar

Sacerdote santísimo de Dios, confesor excelso y predicador egregio, 

santísimo Padre Domingo, virgen elegido por el Señor, 

y sobre todos en tus días grato a Dios y amado 

por tu vida gloriosa en doctrina y milagros, a quien ante el Señor Dios nuestro 

nos gozamos de tenerte por principal abogado,  a ti, que entre los santos y elegidos de Dios, 

venero con gran devoción, desde lo hondo clamo en este valle de miseria.

Asísteme, te ruego, piadosísimo,  socorre, clementísimo, 

a mi alma pecadora,  desprovista de toda virtud y gracia, 

envuelta en muchas miserias  y lazos de vicios y pecados.

Asiste a mi alma pobre e infeliz,  ¡oh! bienaventurada y bendita alma del hombre de Dios, 

a la que con bendición tanta dotó la divina gracia,  para exaltarte no solo a ti 

al descanso de la bienaventuranza, a la sede tranquila, a la gloria celeste, 

sino para atraer a otros innumerables a la misma bienaventuranza 

con tu laudable vida, incitarlos con tus dulces avisos, 

instruirlos con grata doctrina, invitarlos con tu ferviente predicación.

Asísteme, pues, bendito Domingo, e inclina tu oído piadoso al ruego devoto de mi súplica.

Refugiándome en ti se prosterna en tu presencia mi pobre y mendiga alma, 

cuanto le es posible a un alma humilde, ante ti derrama sus preces con todo el afecto que puede, 

implora tu auxilio con el deseo que le es posible, 

a ti se esfuerza por presentarse lánguida, a ti, cuanto le es posible a un alma moribunda, 

se esfuerza por suplicarte, para que con tus poderosos méritos y piadosas preces, 

te dignes vivificarla y sanarla, y llenarla copiosamente del don de tu bendición. 

Amén.

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