José había esperado durante muchos años, había repetido tantas veces en su vida: Revelame Señor, tu voluntad; muéstrame lo que he de hacer. Esperare tu orden con paciencia, él creía saber lo que estaba esperando y eso que esperaba, había llegado. José se enfrentó a algo tan grandioso que le parecía que esta grandiosidad lo iba a aplastar.
Luego del anuncio del Ángel en sueños, abrió sus manos y rezó:
“Oh Señor, no apartes de mí tu rostro. Sé benévolo y misericordioso con mi ceguera. Ahora sé para qué me mandabas a esperar. ¿Quién soy yo para rebelarme? Exiges que tenga una esposa que no sea mi esposa y un hijo para el que debo ser padre, aunque no sea su padre, hágase conforme a tu voluntad. Que sea lo que Tú quieres. Cuando se debiliten mi entendimiento y mi voluntad, apóyame. Acepta mi decisión hoy que me has concedido la fuerza .. Acepto el peso de tu Reino, Señor nuestro ..”
(La sombra del Padre – Jan Dobraczynski)
De las homilías del Padre Fosbery
José aparece como el modelo del hombre de fe, el que recibe el mensaje del Señor y lo cumple. Lo cumple en circunstancias humanas muy difíciles, donde aparecían tentaciones muy duras para que él no creyera. Sin embargo, él da el salto, él sale de ese contexto puramente humano, para colocarse frente al misterio de Dios, y hace lo que Dios le manda a través del ángel, obedece a la fe. Consecuentemente se hace un hombre de misión, asume desde la vocación la misión que el Señor le encomienda.
Lo que no asombra de José es la docilidad para cumplir con la misión de custodio y garante del misterio sin el cual no se hubiera podido dar el plan salvífico de Dios.
Podría preguntarse ¿por qué tenía esta actitud de profunda docilidad? Porque estaba maravillado de la cosa que veía y se decían del señor. Podemos decir que estaba como seducido, como cautivado por el misterio. Sin esta actitud del espíritu y de su corazón, no hubiese podido tener esta respuesta de docilidad para poder garantizar y custodiar el misterio, para cumplir su misión con el misterio de Dios.
También la Iglesia tiene que cumplir de alguna manera con esta misión de san José. Todos nosotros somos custodios de la revelación del Hijo, estamos convocados a ser garantes de la verdad de Dios, custodios del misterio. Tenemos la misión de rescatar la docilidad del corazón frente al misterio, como san José.
José, frente a la situaciones límites que atravesó, como el peligro de muerte del Niño y la huida a Egipto, o también la llegada a Belén con María a punto de dar a luz, simplemente hizo lo que tenía que hacer, custodiar, garantizar que se diera el misterio. Fue esa profunda docilidad del corazón a los signos, a los mensajes de Dios, lo que le dió luz para hacer la voluntad de Dios.
Este día, que celebramos la solemnidad de san José, es una oportunidad poder preguntarse por nuestro lugar como custodio del misterio que recibí, y si soy garante para que otros puedan llegar a ese misterio.
En el final de una de las homilías de la fiesta de este santo del P. Fosbery, nos iluminaba diciendo que como miliciano de Fasta me preparo para ser custodio y garante del misterio, desde la docilidad del corazón, porque estoy maravillado y asombrado de las cosas de Dios.
San José es para toda la Ciudad Miliciana modelo de servicio, de docilidad y disponibilidad para la misión que Dios nos encomienda cada día. Que en este día, san José, esposo fiel de la Virgen, interceda por nosotros, y el Señor nos regale un corazón dócil como el suyo.
Oración
Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.
(Papa Francisco, Patris Corde)