Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados.
Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: «Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto.»
Él les respondió: «Denles de comer ustedes mismos.» Pero ellos dijeron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente.»
Porque eran alrededor de cinco mil hombres.
Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: «Háganlos sentar en grupos de cincuenta.» Y ellos hicieron sentar a todos.
Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.
Palabra del Señor.
Hoy te invito a contemplar y a recordar las maravillas que el Señor ha hecho en nuestra vida, en nuestra historia, y en nuestra Patria. Cómo, gracias a las especies consagradas del pan y el vino, Jesús se hace presente de un modo concreto y sensible en el mundo y en nuestro tiempo.
En este día que celebramos con gran amor la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo te invito a rememorar dos acontecimientos sucedidos en Argentina y Ecuador, que nos demostrará que nuestro Señor no abandona la obra de sus manos. Éstos acontecimientos serán: el Congreso Eucarístico Internacional de 1934, en Argentina, y el Congreso Eucarístico en el Ecuador en el año 2024.
Sabemos que la historia es el lugar y el medio de la Revelación Divina. Los acontecimientos nos hablan de Dios, son palabra de Dios dirigida al hombre. Por eso los hechos que hoy recordaremos tienen carácter de Palabra.
¿Cómo podemos relacionar el evangelio de Lucas con estos dos Congresos?
«Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados.»
«…Porque eran alrededor de cinco mil hombres.»
«Jesús habló a la multitud»
«…Porque eran alrededor de cinco mil hombres.»
Varios evangelistas resaltan en sus escritos que a Jesús lo seguían multitudes. Hecho que no solo sucedió en su tiempo, sino que a lo largo de la historia millones de corazones siguen buscando el rostro del Señor. Y esto lo podemos demostrar con el Congreso en Argentina, pues se calcula que alrededor de 2 millones de personas asistieron, el evento más extraordinario y masivo del siglo XX. No nos olvidemos de Ecuador, país donde asistieron aproximadamente 25 mil feligreses en total, y alrededor de 13 mil personas participaron de la Misa de clausura. Evidenciando esto podemos rezar como el salmista: “alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre: « Grande es el Señor » los que desean tu salvación.” (Sal 70, 5)
«Devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados.»
Por otro lado, el evangelista Lucas nos afirma que Jesús devolvió la salud a todos aquellos que tenían necesidad de ser curados. Ahora bien ¿en qué consistió la sanación que se vivió durante este evento internacional?
Podemos afirmar con mucha confianza que el Señor obró prodigios durante y después de este evento. Sin embargo, hoy hablaremos de una sanación específica que se da por medio del sacramento: la que confiere la gracia.
Santo Tomás explica que los sacramentos son necesarios, en primer lugar, por la naturaleza del ser humano, y en segundo, como medicina espiritual. Que estos no solo comunican la vida de Cristo, sino que también están orientados a sanar las heridas del pecado. El Catecismo enseña que “la gracia de Cristo es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para sanar del pecado y santificarla” (CEC 1999). Por lo tanto, por la gracia es que somos sanados de la corrupción del pecado.
¿Cuántos fueron aquellos que dispusieron el corazón para este evento y recibieron a Jesús sacramentado, el médico de las almas? En Argentina se estima que se repartieron 100.000 comuniones a niños, 400.000 a hombres y 700.000 a mujeres. Testimonios nos afirman que “las Iglesias de Buenos Aires rebosaron de niños que iban a confesarse” o que en las adoraciones nocturnas en la Avenida de Mayo se desbordó “por la cantidad de hombres que había.” Se cuenta que ese día Argentina durmió en gracia. Así mismo, en Ecuador se calcula que alrededor de 1600 niños y niñas de la Arquidiócesis de Quito recibieron su Primera Comunión. Y que para el Congreso se prepararon alrededor de 66.500 hostias.
«Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”.»
«Estamos en un lugar desierto»
¿En qué situación se encontraban nuestros países el año en que la Iglesia eligió a Argentina y a Ecuador como sede del masivo evento eucarístico? Brevemente podemos recordar que en Argentina se estaba viviendo la llamada “década infame”, años donde se vivió corrupciones políticas, malas negociaciones, corrupciones en los manejos de servicios públicos, golpes de estado…. Asimismo, en Ecuador aquellos años se vivieron conflictos amardos internos en el país, se declararon estados de emergencia, se despenalizó la eutanasia, hubo una serie de poderosos incendios forestales… Podemos evidenciar cómo nuestros países vivían grandes tribulaciones, y que era un lugar desierto, desierto de paz y de bienestar. Pero el Señor se compadeció de nosotros, pues la Iglesia convocó a nuestros países para ser sede del gran Congreso Eucaristico Internacional. ¡Que grande es la misericordia del Señor! “no se extingue ni se agota su compasión… ¡Qué grande es tu fidelidad!” (Lam 3, 22-23)
«En busca de albergue y alimento»
En nuestros países necesitábamos que habite la paz, la justicia, la verdad, la esperanza. Nuestras almas tenían necesidad de Dios. Durante el Congreso, testimonios afirmaban: “la humanidad, que en medio de sus grandes tribulaciones … experimenta otra vez el ansia incontenible de elevarse nuevamente a su Creador, buscando así el apoyo y aliento necesarios para salvar las grandes dificultades que se oponen a su marcha”.
«Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.»
«Todos comieron hasta saciarse»
Varios testimonios de este evento Eucarístico demuestran cómo el Señor ha saciado el alma de sus fieles:
“Jamás he visto una procesión tan grandiosa y triunfal al Salvador Eucaristico como la del 14 de octubre (1934)”
“Como el 11 de octubre, cuando una bandada innumerable de pequeños, vestidos de blanco, cantando “hosannas” convirtieron el parque de Palermo en un inmenso jardín eucaristico”
“Jamás he estado antes presente en una confesión de fe de hombres jóvenes más espectacular ni más conmovedora que la de la memorable noche de la confesión y comunión de los hombres”.
Y en Ecuador: “El ambiente estuvo colmado de una profunda reverencia, cánticos y alabanzas, mientras los peregrinos, provenientes de más de 50 países de los cincos continentes, caminaban junto a Jesús Eucaristía, liderados por cientos de obispos, sacerdotes, diáconos y seminaristas también de todo el mundo.”
«Con lo que sobró se llenaron doce canastas»
De ese gran gozo y asombro con el que se vivió el Congreso ¿Qué efectos positivos podemos rescatar después de finalizado el evento?
Las fuentes constatan que luego de concluido el evento, las Iglesias, en Argentina, se mantenían abiertas; más fieles empezaron a asistir a la misa los domingos, y hubo aumento de comuniones.
Se dice que los frutos en Ecuador fueron los siguientes: se trabajó por la creación de comedores parroquiales en diversos sectores de la ciudad llamados “el pan de la fraternidad”; el acercamiento de los sacerdotes de las parroquias con las familias realizando peregrinaciones, la promoción de la confesión y la dirección espiritual.
En conclusión, aunque estos dos grandes eventos ya han tenido lugar en nuestro país, el Señor, en su misericordia, sigue viniendo a visitarnos cada día en la Santa Misa. Este acontecimiento: la presencia real y verdadera de Cristo en la Eucaristía, es tan fundamental para la vida del cristiano que hoy la Iglesia nos invita a recordar este gran acto de amor de Dios hacia nosotros. Este sacramento no sólo nos muestra la necesidad que tiene el hombre de los sacramentos, sino también la “sed” de Dios: la sed de amor de sus creaturas. Ya lo decía Santa Teresita del Niño Jesús: “Jesús no baja cada día del cielo para quedarse en el áureo copón, sino para encontrar otro cielo: el cielo de nuestra alma, en donde tiene sus delicias”.
Señor Jesucristo,
que en este admirable sacramento
nos dejaste el memorial de tu Pasión,
concédenos venerar de tal manera
los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre,
que podamos experimentar siempre en nosotros
los frutos de tu redención.
Que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo,
y eres Dios, por los siglos de los siglos.